NUEVAS PROPUESTAS, REVISTA DE LA UCSE
Nro.59 – DICIEMBRE 2022
Palabras alusivas al 25 aniversario de la UCSE DAR
Dr. Rodolfo Zehnder
Docente UCSE
Autoridades, docentes, amigos todos:
Hemos
venido a dar testimonio de nuestro agradecimiento. Hemos venido con nuestros
logros y alegrías, que supimos colectar en estos 25 años. Sin triunfalismos
sino con humildad. Sin anclarnos en el pasado, pero memoriosos, y por ello agradecidos.
La memoria bien ejercitada y entendida es un don, porque permite seleccionar lo
valioso del pasado y ayuda a no cometer los mismos errores, aun cuando la
falibilidad forma parte de nuestra frágil condición humana.
Nuestra
querida universidad supo ofrecernos- es bueno y justo reconocerlo- un ámbito de
estudio, de reflexión, de responsabilidad y de libertad. Ello no es poca cosa,
y lo hizo no sólo a través de sus docentes (frente al aula y directivos), sino
del personal todo afectado a su tarea. En este mundo posmoderno –desapasionado
y materialista- venimos con pasión a actualizar nuestro recuerdo. Emocionados y
hasta cohibidos. Nostalgiosos, pero vivos. Superando la fría asepsia y lógica
del presente, con su engañoso ideal del exitismo. Preocupados y perplejos ante
la incertidumbre del futuro, pero con tiempo y tino para festejar un pasado que
supo construirnos, contenernos, y desarrollar nuestro intelecto y el mundo de
nuestros afectos. Por eso, porque la emoción que sentimos representa todo lo bueno
que recibimos, venimos a homenajear estas paredes, estos docentes.
En
esta era y lógica del vacío, al decir de Lipovetsky, de la exagerada autonomía
individual,delainnovaciónsuperficial,delacomunicaciónsinobjetivo,dela obsesión
de la información por la información misma, de la destrucción de valores
superiores y sentidos únicos, de la anulación de puntos de referencia, de
indiferencia y relativismo, venimos henchidos a rendir tributo a esta comunidad
educativa que supo enseñarnos a defender ideales, sueños, utopías, a pensar, y
a ubicar a nuestra querida universidad en el marco de nuestros referentes.
Quizás
sin explicitarlos, y sin que nosotros lo advirtamos, la universidad nos condujo
en el camino de los siete saberes que describiera Morín: una educación capaz de
criticar el conocimiento mismo, enseñar la condición humana y la identidad
terrenal, enfrentar las incertidumbres, enseñar la comprensión y la ética del género
humano.
Recordemos
con San Juan Pablo II, en “Ex Corde Ecclesiae” que toda universidad católica
comparte con las demás universidades el gaudium de veritate, como decía San Agustín,
o sea el gozo de buscar la verdad, de descubrirla y de comunicarla en todos los
campos del conocimiento.
El
dialogo de la Iglesia con la cultura de nuestro tiempo es vital, porque allí se
juega el destino de la Iglesia y del mundo. Y la Iglesia, experta en humanidad,
investiga gracias a sus universidades los misterios del hombre y del mundo.
Los
descubrimientos científicos y tecnológicos imponen hoy más que nunca, en esta Cuarta
Revolución Industrial caracterizada por la fusión de tecnologías que está haciendo
desaparecer los límites entre lo físico, lo digital y lo biológico, la correspondiente
búsqueda del significado, para que todo ello sea usado para el auténtico bien
del hombre. La Universidad Católica, en fecundo dialogo entre Fe y razón,
convencida de la prioridad de lo ético sobre lo técnico, del espíritu sobre la materia,
incluye en su búsqueda la dimensión moral, espiritual, y valorar las conquistas
tecnológicas en la perspectiva total de la persona, porque está en juego el
significado mismo del hombre.
Los
docentes, llamados a ser testigos y educadores de una autentica vida cristiana,
debemosestudiarafondolasraícesdelosgravesproblemasdenuestrotiempo, prestando especial
atención a sus dimensiones éticas: el secularismo,
la dignidad de la vida humana, la promoción de la justicia para todos, la
calidad de vida, la protección de la naturaleza, la búsqueda de la paz, una distribución
más equitativa de los recursos del mundo y un nuevo ordenamiento económico y político
que sirva para mejorar la comunidad humana nacional e internacional.
En
este dialogo entre pensamiento cristiano y ciencias modernas, debemos mostrar como
la inteligenciahumana se enriquece con la verdad superior que deriva de la Palabra de Dios, del Logos,para así transformar desde adentro a la
humanidad, y confrontar mediante la fuerza del Evangelio los criterios de
juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de
pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad que
están en contraste con el designio de salvación (cfr. Pablo VI, Evangelii
Nuntiandi).
Como
expresa el Eclesiastés es (7.19) “La Sabiduría da más fuerza al sabio que diez poderosos
que hay en la ciudad”. No tenemos otras herramientas para la acción que las del
pensamiento. ¡usémoslas! En medio del actual narcisismo colectivo–hedonista y permisivo,
que vive sólo el presente y así pierde el sentido de la continuidad histórica, de
este vivir para nosotros mismos sin preocuparnos por tradiciones o la
posteridad, es bueno hacer un alto en el camino, mirar hacia atrás, porque es
lo que nos rescata de este imperio de lo efímero.
Los
años transcurridos aquí fueron de estudio, esfuerzo, trabajo y dedicación.
Bueno es apreciarlo en esta suerte de paradoja de la sociedad del conocimiento
–como observara Jaim Etcheverry- en que parecemos querer ingresar a ella sin
conocer, por el portal de la ignorancia, ya que no se advierte que la sociedad
demande sacrificios no sólo en lo económico sino también de parte de cada uno
(interés y esfuerzo). Es que, en la sociedad del espectáculo actual,
descomprometida y “líquida” (Bauman)y a pesar de algunos esfuerzos aislados,
que reconocemos, pareciera que la educación está incorporándose al mundo del
entretenimiento light, que reemplaza al trabajo intelectual riguroso y metódico,
y toda apelación al esfuerzo y la exigencia es vista como una actitud represiva
orientada a privar a niños y jóvenes de ese mundo idílico al que supuestamente,
tendrían derecho sin exigencia de su parte. Es una época del gigantismo de los
derechos, pero de crepúsculo del deber (siguiendo a Lipovetsky), y porque
nuestra universidad nos enseñó derechos, pero también deberes, y a apreciar resultados
cuando son fruto del esfuerzo, no es ocioso nuestro reconocimiento.
Deberíamos
tener presente que no cabe deslumbrarse ante la tecnología, concebida como una
suerte de poder mágico, ya que para usarla con provecho es preciso que los alumnos
cuenten con habilidades intelectuales esenciales, que les permitan pensar independientemente,
orientarse en la historia, comprender textos, hacer simples operaciones de abstracción.
Debemos mostrarles que existe otra realidad, otros referentes, otros destinos,
otras razones para vivir, más allá de lo superficial, banal y grosero que les
exhibimos todos los días a través de ciertos medios de comunicación social y
redes sociales.
Nuestro
tiempo se caracteriza por la brusca ruptura de los vínculos entre las generaciones.
Parecería que ya no debemos nada a quienes nos han precedido, y que nada nos
obliga frente a quienes nos seguirán, ignorando que la supervivencia del conjunto
social se edifica mediante la solidaridad entre las generaciones. Hoy no se piensa
que existan valores o ideales superiores que deban ser transmitidos: todo es
igual, nada es mejor. Este relativismo moral y cultural hiere de muerte la autoridad
de la familia y de los educadores: todos nos sentimos autorizados a ser nuestro
propio juez moral.
En
definitiva: este repliegue de la enseñanza, este desprestigio del conocimiento
(que es el recurso sostenible por excelencia) y esta suicida falta de respeto
por el intelecto, son elementos claves para comprender nuestra crisis nacional,
nuestro penoso retroceso de casi un siglo a esta parte. Hemos olvidado que la
educación consiste, en esencia, en dar ejemplo, en ejercer influencia, en
despertar admiración, en proporcionar anclas, en dar posibilidad de referencia,
en alertar acerca de los sentidos.
Por
eso, porque nuestra universidad nos da ejemplos, ejerce influencias, nos brinda
sentidos existenciales, nos transmite valores, y se constituye en una
referencia, venimos hoy a testimoniar nuestro sincero reconocimiento y admiración.
Dr. Rodolfo Zehnder
Docente UCSE