Revista Difusiones, ISSN 2314-1662, Núm. 27, 2(2) julio-diciembre 2024
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Fecha de recepción: 29-10-2024. Fecha de aceptación: 12-11-2024
LA ALIMENTACIÓN TRADICIONAL ANDINA Y EL MERCADO CAPITALISTA
TRADITIONAL ANDEAN FOOD AND THE CAPITALIST MARKET
Lorena Claudia Garcia[1], lorenagarcia1625@gmail.com
ORCID: https://orcid.org/0000-0001-5877-850X
Universidad Nacional de Jujuy, Unidad Ejecutora en Ciencias Sociales Regionales y Humanidades (UE-CISOR CONICET), Jujuy, Argentina
Rafael Angel Carrillo[2], rcarrillo@fhycs.unju.edu.ar
ORCID: https://orcid.org/0000-0002-4709-2024
Universidad Nacional de Jujuy, Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales, Jujuy, Argentina
Resumen
Este trabajo trata de mostrar en primer lugar que la alimentación no es un mero hecho biológico de consumo de macro y micronutrientes que nos permiten obtener energía para vivir, sino que es un fenómeno mucho más complejo que atraviesa toda la estructura sociocultural de las regiones y territorios. De este modo los alimentos en cada población tienen un gran significado como dijo un poblador de Coranzulí “con los alimentos le damos de comer a Dios y a la Pachamama”. De esta significación y percepción que cada comunidad ha desarrollado a través de su historia se ha aferrado el sistema capitalista y la industria alimentaria, que a través de los procesos de globalización y del Estado como funcional a este aparato ideológico dominante buscan su dominio. Vamos a ir viendo cómo a través de la sutil imposición del consumo de los alimentos industrializados se busca la desestructuración de la producción y reproducción de la vida de los pastores de Coranzulí y de la sociedad en general.
Palabras clave
Alimentación, mercado capitalista, poblaciones altoandinas
Abstract
This work tries to show first that food is not a mere biological fact of consumption of macro and micronutrients that allow us to obtain energy to live but is a much more complex phenomenon that crosses the entire sociocultural structure of regions and territories. In this way, food in each town has great meaning, as a resident of Coranzulí said, “with food we feed God and Pachamama.” The capitalist system and the food industry have taken hold of this significance and perception that each community has developed throughout its history, which through the processes of globalization and the State as functional to this dominant ideological apparatus seek its dominance. We are going to see how, through the subtle imposition of the consumption of industrialized foods, the destructuring of the production and reproduction of the life of the Coranzulí shepherds and society in general is sought.
Key words
Capitalist market, food, high Andean populations
Introducción
El espacio territorial alto andino está habitado hace más de 10000 AP, cuando grupos de cazadores recolectores se apropiaron de estos espacios para explotar sus recursos naturales. Existen numerosas investigaciones que han puesto en evidencia su poblamiento en tiempos pretéritos (Hogin, 2014). De acuerdo a estas investigaciones estos primeros pobladores estaban formados por pequeños grupos unidos por relaciones de parentesco que trabajaban en conjunto para apropiarse de los recursos que el medio ambiente les proporcionaba. Con la domesticación de las plantas y los animales (hace aproximadamente 3500 AP) hubo un pasaje de comunidades de cazadores y recolectores a comunidades sedentarias productoras de alimentos (Olazával, 2014). Estas se asentaron en aldeas que empezaron a producir su propio alimento y se convirtieron en auto sustentables. Hubo un enorme despliegue tecnológico (con la invención de la alfarería, las herramientas agrícolas y las tecnologías en ingeniería y arquitectura) que les permitió nuevas estrategias de subsistencia y nuevas formas de división social y sexual del tiempo[3] y del trabajo que trajo consigo nuevas formas de relaciones socio-comunitarias (simétricas y asimétricas). La división del trabajo trajo consigo que los hombres y mujeres comenzaran a desarrollar habilidades que los diferencian unos de otros, por ejemplo en el pukara de tilcara durante el periodo incaico existió un taller de lapidarios en el que una familia de artesanos expertos en trabajos en piedra vivía y producía para el imperio (Sen, 1998)[4]. Al igual que las comunidades cazadoras recolectoras estas comunidades aldeanas estaban unidas por relaciones de parentesco, pero también mantenían vínculos y formaban alianzas (integradas por negociaciones y consensos) con otras comunidades.
Este tipo de organizaciones aldeanas (con sus cambios y transformaciones a través del tiempo)[5] se mantuvo hasta la llegada del Imperio Inka en el siglo XV, quienes integraron a estas poblaciones y sus territorios como parte del imperio (Salvi, et.al., 2015). Luego de 100 años bajo el dominio incaico las poblaciones alto andinas sufrieron otro cambio drástico y traumático que fue la conquista española (Segre, 1996). Pasaron de ser tributarios del Inka a ser tributarios de los reyes de España, con todo lo que la dominación trajo consigo (desarraigo, disminución demográfica, evangelización, el proceso de glosolalia, adoctrinamiento, etc.) (Olivera, 2021). Posterior a esto estas poblaciones fueron inmersas al Estado Nacional cuando se comenzó a consolidar en el siglo XIX y luego comenzaron a ser absorbidas por la sociedad capitalista moderna (Arrighi y Silver, 2021).
Como podemos ver las poblaciones alto andinas tienen una larga historia dentro del territorio de la provincia de Jujuy y estos procesos también fueron marcando y transformando la alimentación a lo largo del tiempo[6]. En el siguiente escrito vamos a ver cómo estos factores atraviesan el tipo de alimentación tradicional y vamos a ver como los procesos de globalización acompañados del ingreso del mercado global que de la mano de las grandes empresas industriales ingresan mercancías a la vida de estas poblaciones, no solamente con el fin de generar ingresos económicos al mercado, sino como una estrategia ideológica de desestructuración de la vida tradicional de estas comunidades.
Aquí vemos la importancia de la alimentación en la vida del ser humano en general y de las poblaciones asentadas en el territorio altoandino en particular ya que los alimentos no son solamente macro y micronutrientes que consumimos para obtener la energía que necesitamos para vivir, para nosotros es un hecho social que cobra gran significado ya que a través de los alimentos generamos vínculos y alianzas por ejemplo, afectivas, de poder, religiosas, ceremoniales, territoriales, espirituales de intereses y estrategias (García, 2005). Es por esto que para nosotros no es casual que la industria alimenticia sea una de las que genera más ingresos por año. Los alimentos fueron tomados por estas empresas y por la sociedad capitalista moderna para dominar a la sociedad al desestructurar el tipo de alimentación tradicional y crear la necesidad de acceder a productos industrializados.
La comunidad aborigen de Coranzulí
La comunidad aborigen de Coranzulí, se encuentra en el extremo noreste del Departamento de Susques en la localidad de Coranzulí dentro de la provincia de Jujuy en la República Argentina (23°00′56″S 66°21′59″O). Se accede al territorio a través de la ruta provincial 74 que conecta dicha localidad con el Departamento de Rinconada (que se encuentra a 95 km al sudoeste) y por la ruta Nacional N° 40, que conecta a la comunidad con la cabecera del departamento de Susques ubicado a 70 km al noreste (figura N°1).
En términos topográficos y ambientales, el territorio de la comunidad se emplaza dentro de lo que se conoce como Puna, es una planicie de altura semidesértica, cuya altura oscila entre 3000 y 4000 msnm. De acuerdo a Cabrera (1953), esta área corresponde a la Provincia Fitogeográfica Puneña, con vegetación de los siguientes tipos: estepa arbustiva, estepa herbácea, estepa halófila, estepa psamófila y también formada por numerosas vegas y humedales que proveen de agua temporal y permanente en determinados sectores del territorio.
Figura N°1
Mapa de la provincia de Jujuy en dónde se ubica la localidad de Coranzulí y sus rutas de acceso
Fuente: Julieta Barada (2020). Un pueblo es un lugar. La forma urbana de un pueblo de pastores ante las lógicas del Estado. Coranzulí, Puna de Jujuy, Argentina, del 1900 al hoy.
En general presenta un clima frío y seco, con una gran amplitud térmica diaria, y lluvias casi exclusivamente en verano. Las lluvias van disminuyendo de norte a sur, siendo muy escasas en su porción meridional. Coranzulí formaría parte de este sector que se conoce como Puna Seca, que presenta una mayor humedad (comparado con otros sectores de la Puna que son semidesérticos), con formación de lagunas, ríos de agua permanente y una vegetación relativamente continua[7]. La selección del territorio dónde se emplaza la comunidad sigue una lógica ya que esta ubicación estratégica les permite desarrollar su principal actividad económica, la ganadería.
La cría de llamas para el autoconsumo, la venta y el intercambio es prioritaria, este animal tiene una gran significación para estos campesinos, no solamente es considerado un alimento. Con su lana se realizan tejidos (ponchos, gorras, medias, mantas y los zarcillos y las flores que son utilizados durante la ceremonia de la marcada y señalada), los que son para el autoconsumo y en menor proporción para el trueque o venta. El valor que tiene la llama en el mundo andino es complejo ya que como alimento pasa a formar parte de los vínculos y alianzas que se generan dentro de los grupos domésticos, su lana abriga, proporciona ingresos, y es un elemento simbólico fundamental en las ceremonias.
A las llamas y ganado mayor (vacas y burros) se los marca y señala en una ceremonia llamada marcada y señalada dónde se reúnen las familias en el campo invitando a los demás miembros de la comunidad con los que mantienen vínculos de parentesco real y ficticio. Esta ceremonia se realiza entre diciembre y febrero los fines de semana, ya que esos días pueden asistir la mayoría de los invitados. La señalada consiste en poner una señal, se realiza un corte en la oreja de los animales (llamas, cabras, burros, etc.) distintivo en cada familia, así todos en la comunidad saben cuál es la señal de cada familia. También se le coloca hilos de lana de llama de colores sobre las orejas de los animales para así poder distinguirlos. Se les colocan flores y zarcillos de colores, éstos son confeccionados por las mujeres de la familia que van a señalar y a su vez participan las mujeres de las familias invitadas. Ellas se reúnen unos días antes para armar las flores, los zarcillos y preparar la comida y bebida que se va a compartir una vez terminada la señalada (tistincha, hervido, asado, chicha, etc.)[8]. Para identificar a machos y hembras se ponen estos elementos que se vienen describiendo de distintos colores.
También se crían cabras, ovejas, burros y vacas, animales que han sido introducidos a América durante la conquista española y pasaron a formar parte del ganado que crían estos pastores. Aunque estos animales forman parte de la ceremonia para que puedan distinguir su procedencia no se les coloca las flores y zarcillos que les ponen a las llamas. Esto pone en evidencia la importancia del animal autóctono que ha sido domesticado y criado por generaciones por estos pastores. Esta actividad de subsistencia es complementada a su vez con la agricultura, algunos miembros de la comunidad siembran en los campos o en el patio de sus casas variedades de papa y en algunos casos quinua y también tienen invernaderos dónde siembran lechuga, acelga y cebolla verde.
En cuanto a los límites geográficos todo el territorio está enmarcado hacia el este por la Sierra de Incahuasi y hacia el norte por la de Quichagua, siendo que el poblado de Coranzulí se emplaza al pie del cerro Coranzulí o Moraya, que posee una altura por encima de los 5000 msnm, a éste se lo puede considerar el más importante ya que él le ha dado el nombre a la comunidad. Buena parte del territorio se encuentra recorrido por el río Coranzulí y el río Grande, de agua permanente, que reciben aportes de distintos cauces menores, y a su vez alimenta, hacia el sur, al río de las Burras. Estas sierras quebradas, arroyos estacionales y ríos forman parte del circuito trashumante de pastoreo ancestral.
Con respecto a los límites culturales y sociales, hacia el Norte del territorio limita con la Comunidad de Collaguayma, hacia el Sur con la Comunidad San Juan de Quillaques, hacia el Oeste con la Comunidad del Toro y hacia el Este con la Comunidades de Santa Ana de Pachayate y Rachaite. La comunidad mantiene vínculos permanentes con estas comunidades vecinas y con otras que están alejadas (Quebrada de Humahuaca, Iruya, Chile y Bolivia). Estas comunidades se reúnen todos los años para el 1º de mayo en el festival de la llama y el tinkal y para las fiestas patronales de la Comunidad el 8 de octubre. En estas celebraciones se realizan trueque con las comunidades que vienen a participar de estas festividades, dónde cada comunidad trae sus productos para intercambiar.
Históricamente estas comunidades traían sus productos a lomo de llama y con la introducción de los burros al territorio se comenzó a utilizar este animal para cargar las alforjas, atravesando los caminos quebradeños, andinos y altoandinos. Esta travesía a las comunidades más alejadas les llevaba días para llegar al lugar de destino, pero ese impulso por el contacto sociocultural que se produce en estos encuentros va más allá de la distancia y del arduo camino que les toca recorrer. A través de las entrevistas pudimos ir develando las relaciones que se van entretejiendo entre comunidades que incluye mucho más que el trueque. Las alianzas comerciales y matrimoniales entre comunidades (algo que se resaltó mucho es la forma en que los jóvenes de la comunidad esperaban este día para conocer a potenciales candidatos para contraer matrimonio), son factores que están presentes dentro de este intercambio de productos de distintos pisos ecológicos.
Actualmente los productos llegan en transporte (camiones, colectivos y camionetas), esto evidencia que el mundo capitalista fue permeando con sus mercancías industrializadas a la vida de las comunidades pastoras y campesinas andinas y sus producción tradicional se fue complementando con la de tipo industrial. Camiones cargados de zapatillas, ropa y productos de bazar llegan desde Chile para participar en este festival, estos productos se venden junto con las papas andinas, el maíz y las artesanías campesinas.
El Territorio y la globalización
Cuando hablamos de territorio nos referimos a un lugar socializado en el que las poblaciones mantienen relaciones materiales, simbólicas, económicas (actividades que dependen de los recursos disponibles en cada región) y a su vez estos territorios son los que impulsan activamente su propio desarrollo, es decir que son una estructura activa (en cuanto a desarrollo, estancamiento o regresión) que se convierten en actores de las actividades productivas y reproductivas que desarrollan las poblaciones. El territorio es el resultado de un proceso histórico construido que es producto de las estrategias de las poblaciones y del aprendizaje colectivo heredado por generaciones (Moncayo Jiménez, 2002).
Con el avance del sistema capitalista y de la globalización se produjeron cambios a nivel tecnológico, cultural[9], económico y político dentro de cada región y territorio del planeta. Estos cambios y transformaciones impactaron profundamente en los campesinos y pastores altoandinos y en el tipo de vida tradicional de estos, basado en la cría de ganado menor y agricultura (en los sectores que el medio ambiente les permitía el sembradío de alimentos que pudieron adaptarse y producirse en zonas de altura, como por ejemplo, la papa y la quínoa). Esta actividad primaria se vio afectada con la llegada de productos industrializados provenientes de los mercados capitalizados[10]. Así podemos ver que estas familias comienzan a incorporar a sus dietas los alimentos procesados que pasan a ser un complemento de los alimentos tradicionales. Pero para analizar las transformaciones alimentarias hay otros aspectos relevantes que están entrelazados con estos procesos que desarrollaremos a continuación.
Durante el relevamiento territorial de comunidades indígenas que realizamos con el equipo técnico operativo de Jujuy en el 2019, pudimos registrar (durante las entrevistas realizadas a los comuneros) cómo se fue transformando la vida de estos pastores altoandinos en cuanto a su estructura productiva. Durante el siglo XIX y principios del siglo XX esta era una comunidad rural que se dedicaba a la cría de llamas, cabras, ovejas y burros. Las familias tenían sus bases residenciales cerca de las zonas de pastoreo (la que denominan campo) y el trabajo de cuidado del ganado (que era numeroso) era familiar. Subsistían de la carne de los animales y complementaban su alimentación con productos otros productos como las papas, choclos, habas, arroz entre otros, que intercambiaban con otras comunidades o compraban en los centros poblados más próximos (Abra Pampa)[11].
Al pasar el tiempo las personas fueron construyendo sus viviendas a los pies del cerro Moray y en 1858 se fundó el pueblo de Coranzuli. En ese momento los pobladores tenían su casa en el campo (dónde se quedaban generalmente los jefes de familia mayores) y en la casa del pueblo vivían los más jóvenes que tenían hijos pequeños que necesitaban ir a la escuela y tener asistencia médica en el centro de salud. Cuando empieza a constituirse políticamente coranzulí como localidad (con elección de comisionado municipal) el gobierno de Jujuy a través de sus políticas públicas construye la escuela (Héroes de Malvinas) y el centro de salud atendido por un enfermero y aun agente sanitario.
Para este momento los más jóvenes empiezan a considerar que necesitan vivir de algo más que la cría de ganado y comienzan a ser tomados como mano de obra en las mineras que se asentaron en las proximidades de la comunidad (Loma Blanca, Pirquitas y Exar) o migraban a otros lugares en busca de trabajo. De esta forma la estructura de la vida familiar comienza a cambiar, los hombres salen en busca de trabajo, las mujeres quedan encargadas de la vida reproductiva (cuidado de los niños y de la casa) y los adultos mayores quedan en los campos a cuidar el ganado que les quedó. Estas familias se vieron obligadas a disminuir el número de animales ya que estos no pueden ser cuidados únicamente por un adulto mayor[12].
Para este momento el trabajo se convierte en asalariado y pasa a ser un instrumento, un medio que permite acceder a una nueva existencia que nos muestra el mundo globalizado, dónde se crea la necesidad de vender la fuerza de trabajo para acceder a las mercancías que nos ofrece este mundo capitalista moderno (Méda, 1998). Pero para ello primero se debe romper con la cosmovisión de la vida comunitaria e imponer la idea de que la vida campesina es sinónimo de atraso y miseria[13]. En varias entrevistas la gente decía que sus hijos se iban de la comunidad en busca de una “vida mejor”, migran a los grandes centros urbanos en busca de trabajos asalariados y estar cerca de los centros educativos superiores, ya que en sus comunidades no encuentran esa vida mejor, cómoda, dónde todo es de fácil acceso y todo lo tienen al alcance de la mano.
De esta forma el trabajo campesino de subsistencia que va en contra de la lógica de progreso y de desarrollo económico de las grandes empresas que necesitan mano de obra y consumo de mercancías debe transformarse. Entonces hay que convencer al campesino de salir de sus comunidades atrasadas para ir o a los grandes centros poblados (Capital, Buenos Aires, Mendoza, etc.) o emplearse en las mineras más próximas en busca de mejores oportunidades de vida para satisfacer sus necesidades a través del consumo de mercancías.
Para lograr esto se necesita romper con toda la estructura de la vida campesina, su organización social, sus relaciones sociales, la tenencia de la tierra, su alimentación. Por ejemplo en la provincia de Jujuy existen comunidades rurales y urbanas. Estas últimas fuerzas despojadas completamente de sus territorios y quedaron relegadas a vivir en distintos barrios en los sectores que se han ido urbanizando[14] adaptándose al tipo de vida urbana y al trabajo en las grandes empresas cercanas a estos sectores como por ejemplo el caso del ingenio Ledesma que absorbe una gran cantidad de mano de obra en el Ramal. En cuanto a las comunidades que aún poseen territorios comunitarios se ven obligadas a salir en busca de subsistencia fuera de sus comunidades y los pocos que se quedan se ganan la vida con changas (albañilería principalmente) o ponen un negocio donde venden productos alimentarios.
De esta forma vamos viendo como la estructura productiva dentro de cada territorio va cambiando a través del tiempo, por ejemplo un estudio realizado por Carrillo et. al (2009) en la provincia de Jujuy muestra cómo ha ido cambiando esta estructura centrada en un principio (hasta la década de 1960) en el sector primario (agricultura y ganadería), posteriormente pasó a formar parte del sector terciario desde la década de 1970 en adelante (principalmente dedicados a la actividad comercial) y el sector secundario quedó sectorizado en determinados territorios como San Salvador de Jujuy, Palpalá, San Pedro, Libertador General San Martín, Perico, que desde principios del siglo XX se han ido configurando como territorios industrializados.
No es casual que la actividad industrial se haya establecido alrededor de estos sectores que han ido creciendo y urbanizándose a través del tiempo. El interés de estas empresas como el ingenio Ledesma, CJ, Altos Hornos Zapla, entre otras, es por los recursos naturales y humanos que presentan cada uno de estos territorios. Numerosas investigaciones han trabajado sobre el desarrollo de los ingenios azucareros en la provincia de Jujuy y han investigado cómo el crecimiento y desarrollo económico ha impactado tanto en la población local como en los recursos naturales de estos territorios.
Hacia fines del siglo XIX con la llegada del desarrollo capitalista las antiguas haciendas de la provincia de Jujuy se fueron transformando en modernas empresas (Castiglione, 2016). Durante este periodo surgió una fuerte oligarquía regional que se dedicó a la explotación azucarera. A principios del siglo XX con la llegada del ferrocarril y con las leyes proteccionistas del Estado la industria azucarera comenzó a crecer política y económicamente, lo que creó la necesidad de expandirse territorialmente y de obtener mano de obra barata (Bisio y Forni, 1976). Gracias a el proceso de “pacificación” durante la creación y expansión del Estado Nacional las industrias azucareras en crecimiento fueron adquiriendo territorio y dentro de él quedó cautiva la población que fue implementada como mano de obra en la zafra (Campi y Lagos, 2022; Gordillo, 2006; Isla y Taylor, 1995; Karasik, 1987; Kindgard y Paz 2004; Rutledge, 1992).
Los ingenios de Jujuy (Ledesma y La Esperanza) organizaron extensas expediciones en el Gran Chaco[15] denominadas “buscadoras de indios” (la principal mano de obra utilizada), una vez que localizaban a las poblaciones originarias se contactaban con el cacique y a través de regalos, presentes y dinero lo convencían de mandar a sus hermanos a trabajar, si se efectuaba el trato la gente era trasladada a pie hasta el ferrocarril (a veces tenían que caminar decenas de kilómetros), desde allí eran cargados a los vagones y trasladados a los ingenios. Los buscadores de indios iban siempre acompañados por el ejército, el que se aseguraba de que los indios sean trasladados sin intento de fuga. Una vez que llegaban a destino los ubicaban cerca de los cañaverales para que construyeran sus chozas con materiales perecederos (troncos, caña, barro, etc.).
Dentro de los ingenios la mano de obra estaba sectorizada, los criollos eran los obreros de planta y los indígenas eran obreros de cañaveral. Ambos trabajos eran remunerados con un sueldo mínimo de $20,00 al mes, más dos kilos de carne y un zapallo. Los pagos en “efectivo” se hacían en fichas o vales, la moneda propia del ingenio, sólo canjeable en los almacenes de la empresa que monopolizaba el comercio en la región. Este mecanismo tenía como fin reducir aún más el ya de por sí escaso pago de la fuerza de trabajo, aumentado la ganancia empresarial (Iñigo Carrera, 1988, 1992).
Los criollos y los indígenas vivían en sectores diferenciados, pero ambos grupos eran explotados, viven en paupérrimas condiciones y estaban desnutridos por las malas condiciones alimentarias, que sumada a la terrible explotación a la que eran sometidos ocasionaban altos índices de mortalidad infantil, alcoholismo, enfermedades venéreas y otras como el paludismo y la tuberculosis.
En los ingenios azucareros durante la zafra, los grupos indígenas eran instalados en lotes étnicamente diferenciados y sometidos a formas extremas de explotación, turnos de doce horas diarias, salarios bajos, pagados muchas veces en mercaderías y siendo la liquidación final dependiente de descuentos por diversas razones: multas, ración mensual, entrega de ropa, etc.
Existían diferentes mecanismos de coerción marcados por la violencia física, los castigos a manos de los capataces, los maltratos verbales, las amenazas, las persecuciones, la prohibición de la práctica culturales, del idioma y eran obligados a comprar en los almacenes de la fábrica para generar endeudamiento (Karasik, 1987).
La instalación de las mineras en las tierras altas jujeñas siguió la misma lógica que la de los ingenios azucareros en las tierras bajas jujeñas. Se instalaron en los espacios territoriales de las comunidades para explotar minerales, pero para esto necesitaban obtener mano de obra barata que esté dispuesta a realizar este trabajo insalubre. En las entrevistas cuando preguntamos sobre el trabajo minero nos decían que familiares y otros miembros de la comunidad que habían trabajado para las mineras habían desarrollado enfermedades respiratorias y atribuían estos cuadros al trabajo minero. También comentaron que los animales que pastoreaban cerca de la mina Loma Blanca (la que se encuentra colindando con la comunidad) se enfermaban con más frecuencia que los que pastoreaban en otro sector. Por esta situación decidieron no usar el territorio cercano a la mina ya que está contaminado.
Estas grandes empresas se asentaron en los territorios de las comunidades indígenas y vemos como la propiedad de la tierra y de los recursos pasa a manos de terceros. Esto sucede ya que el Estado permite y fomenta que estas grandes empresas se apropien de los medios de producción, despojen a estas comunidades de sus territorios y se vean obligados a vender su fuerza de trabajo. El Estado se convierte en parte del aparato ideológico capitalista aplicando políticas que encubren las verdaderas intenciones tras la instalación de estas empresas (Long, 2007).
Es aquí donde entran a jugar el trasfondo ideológico de la sociedad capitalista moderna en complicidad con el Estado que busca la dominación social. Esta mentalidad entra en contradicción con la cosmovisión de las comunidades que son organizaciones socio-comunitarias que tienen intereses comunes (económicos, políticos, socio-culturales, etc.) y buscan el bienestar común y que producen y reproducen sus intereses a través del trabajo comunitario, aunque existan intereses antagónicos dentro de las personas que conforman la comunidad, este trabajo diverso pero común les permite funcionar dentro de la estructura socio-comunitaria que forma parte de su estructura social. Esta cosmovisión de trabajo comunitario recíproco es perjudicial para la lógica capitalista (Ramírez y Vargas).
Como el capitalista no solamente necesita la tenencia de la tierra para que el sistema funcione, sino que también necesita la mano de obra es decir apropiarse del trabajo, para lograr absorber a estas comunidades como mano de obra necesitan romper con su cosmovisión. Romper con el principio de reciprocidad, con el trabajo comunitario y con el interés por el bienestar de la comunidad (Heynig, 1982). Necesitan crear intereses particulares e individuales, dónde el trabajo individual y la puja por el bienestar individual priman. Esta lógica individual nace por el siglo XVII en este momento en el mundo se estaban produciendo grandes cambios, como por ejemplo, el rompimiento del modelo geocéntrico (la creencia de que la tierra es el centro del universo), la transformación de la relación entre el hombre y la naturaleza, el cuestionamiento de las representaciones del orden social, comienza el proceso de secularización y lo más interesante para este debate es la concepción moderna de individuo (Méda, 1998). Entonces se transforma la imagen del hombre, la forma de mantener las relaciones sociales y la forma de ver a la naturaleza. Este pensamiento y lógica nace con el capitalismo y se encuentra en la mentalidad del hombre que llega a América.
Este pensamiento capitalista moderno que estaba germinando en los europeos les permitió autoconfirmar su “superioridad” intelectual, racial y cultural sobre los otros pueblos de América (Margulis y Urresti, 1999). Al estar ellos en la cúspide de la civilización todos los pueblos que occidente iba conquistando debían seguir sus pasos (tomar su religión, lengua, arquitectura, alimentación, etc.). Estos pueblos bárbaros incultos tenían que ser absorbidos por este tipo de vida occidental ya que ellos como hombres plenos eran el modelo a seguir (Dussel, 1994). A pesar de esto occidente nunca pensó al hombre americano como digno de ser comparados con ellos, aunque se parecen morfológicamente los pueblos americanos no eran ni son dignos de ser comparados con sus logros culturales, tecnológicos, arquitectónicos, económicos, etc.
En la actualidad esta imagen que se tiene de los pueblos americanos no cambió mucho. El mundo capitalista considera a las comunidades rurales tradicionales como estancadas y atrasadas y que no generan desarrollo económico. Por esto buscan que las comunidades entren en un estado de tutela dónde acepten por voluntad propia la autoridad de otros (en este caso el Estado y a través de este los intereses de los grandes empresarios)[16] que les marque el tipo y estilo de vida que tienen que seguir, quienes tienen que tener el control y distribución de los recursos de los espacios (control que estaba en manos de la comunidad). Estos cambios han afectado la estructura de la vida política, económica dentro de la estructura socio-cultural de estas poblaciones. Buscan que el control sobre la economía tradicional caiga en manos de terceros. Todos estos cambios buscan someter a la población para que caigan inmersos en esta lógica moderna capitalista. Dónde las comunidades aceptan el tipo de vida sin cuestionarlo, ni entrar en contradicciones. Aquí la industria alimentaria entra a jugar un papel central en la desestructuración de la cosmovisión comunitaria que desarrollaremos a continuación.
La industria de los alimentos como aparato ideológico
El capitalismo es un sistema que está compuesto por varios mecanismos que le permiten funcionar, a través de estos mecanismos que a la vez funcionan como aparatos ideológicos logra mantener a la sociedad en un estado de tutela. El Estado dentro de este sistema es fundamental ya que se convierte en un aliado poderoso que busca mantener, sostener y perpetuar esta ideología dominante. Así la sociedad está inmersa en un sistema que les ofrece todas las comodidades (en bienes y servicios) que cada vez van creciendo y crea en la sociedad esa falsa necesidad de obtener estas mercancías, con el fin de convertirnos en una masa dócil, maleable, pasiva y consumista (Marcus, 1993).
La industria alimentaria es uno de los eslabones en este sistema, que es parte de este aparato ideológico, que aporta a la desestructuración de la vida de las sociedades campesinas. Detrás de esta industria hay otras, que trabajan y funcionan como una unidad persiguiendo el mismo objetivo (la dominación) (Miller, 2018). Por ejemplo, la industria alimentaria y la industria química trabajan en conjunto, creando muchos de los alimentos que nos ofrece el mercado de alimentos[17]. Toman los alimentos que los pueblos han domesticado y consumido por generaciones, los transforman y procesan en los laboratorios (agregándoles aditivos, conservantes colorantes, saborizantes, entre otros), luego los producen en masa y los largan al mercado[18].
De esta manera las poblaciones van sumergiéndose cada vez más en este consumo masivo de mercancías y alimentos industrializados y ya no tienen la necesidad de producirlos, ya que la industria alimentaria produce los alimentos por ellos. La globalización y la expansión de los mercados (a través de la industria automotriz y de transporte, entre otras) facilitan la expansión y acceso a los alimentos en masa (González, 2017). Así van supliendo las necesidades de producción y de reproducción dentro de las estructuras familiares. Por esto las poblaciones altoandinas van quedando relegadas, vulnerables, perdiendo sus tierras (que van quedando en manos de terceros) y se ven obligados a ser absorbidos como mano de obra en el mercado laboral capitalista. Pero esta situación no genera malestar en las en las nuevas generaciones y sus intereses (inventados) no entran en contradicción con los del mercado capitalista ya que este a través de las distintas industrias les ofrecen todo lo que necesitan para vivir mejor, así se van supliendo y sustituyen la obtención, consumo de muchos alimentos que antes producían u obtenían por intercambio. Así podemos observar que, por un lado los dejan sin tierras, pero por otro les ofrecen alimentos a bajo costo de fácil acceso y así cubren parte de su subsistencia, entonces ya no tienen que ir a los campos a criar animales, ni a plantar en sus chacras[19].
Así se van inventando nuevos gustos y preferencias para crear conflictos entre los alimentos industrializados y los tradicionales que generan vergüenza inconsciente en los más jóvenes, que cuando salen en busca de mejores y prestigiosas posiciones dentro de la estructura social dejan de consumir ciertos alimentos que son considerados de “menor jerarquía y pasan a consumir otros que están mejor posicionados”. Esto es parte de la imposición simbólica dentro de la jerarquía alimentaria que va ensanchando la brecha de las desigualdades dentro del sistema capitalista[20].
Como podemos ver la industria alimentaria y el Estado a través de sus políticas públicas van encubriendo este trasfondo ideológico para transformar a los miembros de las comunidades (y de toda la sociedad en general) en fragmentados para penetrar en nuestros pensamientos para que desconocemos nuestra cultura, nuestras prácticas culturales y entremos sin cuestionamientos en este juego de consumo masivo que han largado los grandes mercados (Guber, 2004). En muchos casos como no logran desarraigar por completo muchas de las prácticas culturales buscan la forma de ir integrando sus productos dentro de ellas. Por ejemplo durante los festejos del carnaval se ve el consumo no solo de las bebidas tradicionales (chicha) sino también las que fabrican las grandes empresas multinacionales (bebidas gaseosas y alcohólicas). Así pueden dominar y controlar los recursos en función de sus intereses que van más allá de los intereses de cada territorio y su población.
La industria alimentaria como lo señalamos más arriba también va generando desigualdades dentro de la estructura social. Cuando se van produciendo los alimentos se los va jerarquizando dependiendo de la región, del territorio, de la riqueza de la sociedad dentro de estos territorios, de la jerarquía de esta sociedad, la edad y el género al que están destinados (Cittadini, et.al. 2010). No es lo mismo lo que se le ofrece al consumidor que vive en capital en uno de los barrios más ricos que un pastor altoandino. La forma de obtención, distribución, preparación de los alimentos es diferente y es desigual.
Si miramos la distribución de los alimentos a nivel país vamos a ver que hay una distribución desigual de los recursos y una implementación desigual de políticas públicas alimentarias y de las políticas económicas que favorecen a ciertos sectores dónde se concentra la mayor riqueza dentro del espacio económico (Reigadas, 2008). Esto tiene que ver con la localización geográfica y la concentración y locación de la mayor cantidad de población en determinados sectores (Krugman y Fujita, 2000). Las estrategias ideológicas de las empresas y del Estado van a estar en distribuir los productos en lugares dónde se concentre la mayor cantidad de gente[21]y riqueza. De esta forma los alimentos se distribuyen de forma desigual en cuanto a su cantidad y calidad. Es por esto que ciertos alimentos están concentrados masivamente en una región mientras que escasean en otras[22]. Vemos que hay productos que por su alto costo no van a ser distribuidos y consumidos en lugares con mayor riqueza y el más barato y de bajo costo van a abarcar más mercados.
Todos estos factores sumados a la realidad geográfica dónde se emplazan nuestra provincia, que al ser un sector mediterráneo sin ríos navegables, puertos y trenes, hace que el único medio de transporte y contacto con los grandes centros industriales (Buenos Aires, Córdoba y Santa Fé) sea el camión. Esto hace que se incremente aún más el costo de los alimentos que llegan de otras regiones (Carrillo, et al. 2009).
Con esto vemos cómo las empresas y los mercados capitalistas a través de los procesos de globalización tienen insertas a todas las regiones dentro de este sistema, y a la hora de repartir y distribuir las mercancías lo hacen de forma desigual, marcando las desigualdades y la vulnerabilidad de los territorios marginalizados por el Estado y las grandes empresas[23](Vich, 2019). Dónde los territorios con más concentración van a acumular mayores riquezas y son los que van a estar en primer lugar dentro de la agenda de los programas de desarrollo, como sostiene Jiménez (2002) producto de estas situaciones desiguales patrocinadas por el mismo Estado hay una sustitución del Estado-Nación por la del Estado-Región.
Conclusión
En este escrito quisimos mostrar cómo la industria alimentaria, los procesos de globalización y el sistema capitalista en general va permeando en la vida de los pastores altoandinos y provoca la desestructuración de la vida familiar y comunitaria en estos territorios. Coloca al Estado al servicio de sus intereses para someter y crear un estado de tutela en la sociedad, para que la ideología dominante sea cuerpo en la vida y mente de todos y el consumo de mercancías el motor que impulsa nuestras vidas. De esta forma va fragmentando estas estructuras sociales para acaparar sus recursos, su mano de obra y van creando falsas necesidades, nuevos gustos y preferencias y les ofrecen una mejor calidad de vida a través del consumo de mercancías. Con la producción masiva de los alimentos el pastor ya no tiene la necesidad de pasar su tiempo criando animales para subsistir ahora es libre para salir a trabajar y así poder acceder a bienes y servicios que en su comunidad no puede encontrar. Esta falsa libertad que la sociedad capitalista moderna les proporciona es un mecanismo de sometimiento para perpetuar el sistema y la industria alimentaria es su bandera de “liberación”.
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[1] Licenciada en Antropología, becaria doctoral en la UE-CISOR CONICET UNJU (Unidad Ejecutora en Ciencias Sociales Regionales y Humanidades), especializada en el campo de la antropología de la alimentación, en la región altoandina de la provincia de Jujuy. Participo en varios proyectos de investigación de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales financiados por el SECTER (Secretaria de Ciencia y Técnica y Estudios Regionales – UNJu).
[2] Licenciado en Antropología, docente universitario en las carreras de antropología, educación para la salud y trabajo social. Especialista en bioantropología cultural en relación a los procesos y prácticas alimentarias y patrimoniales. Director de trabajos finales de grado y de tesis de grado. Delegado en SECTER de la FHYCS. Director de proyectos de investigación acreditados en los organismos de Ciencia y Técnicas. Doctorando en Ciencias Sociales en la UNJu y maestrando en trabajo social en la UNER.
[3] Al empezar a producir alimentos estas poblaciones empezaron a generar excedentes de bienes y productos alimentarios, los que fueron apropiados por los referentes comunitarios (quienes eran reconocidos como líderes dentro del grupo) y se encargaban de distribuirlos. Es por esto que la organización de la vida aldeana tuvo una transformación y comenzó a estratificarse. El tiempo de estos referentes comunitarios estaba distribuido en tareas político-administrativas, mientras que el tiempo de de los que estaban en posiciones jerárquicas inferiores estaba concentrado en las tareas productivas y reproductivas.
[4] Sen (1998) plantea que cada persona a lo largo de su vida va desarrollando habilidades productivas y el papel de estas cualidades humanas está involucrado en la promoción y sostenimiento del crecimiento económico. Esto es lo que va a llevar al ser humano más adelante a llevar una vida más libre y más digna y además del papel que va a jugar en el crecimiento económico y productivo con los ingresos individuales. En este punto cobra gran relevancia el concepto de capital humano que se centra en la naturaleza humana y sus capacidades como tal, dónde los seres humanos no solamente somos utilitarios acumuladores de capital social.
[5] Las primeras aldeas sedentarias pertenecen al periodo denominado Formativo caracterizado por una relativa estabilidad dónde las aldeas mantenían vínculos y realizaban intercambios de bienes y productos con otras aldeas vecinas y lejanas que se asentaban en otros pisos ecológicos. Luego se dieron cambios alrededor del 900 AP (Periodo de los desarrollos regionales)ya que estas aldeas asentadas cerca de las cuencas y los valles se trasladaron a lugares más elevados y construyeron los Pukarees (estas construcciones amuralladas estratégicamente asentadas en territorios con alta visibilidad) para defensa, los arqueólogos sostienen que los pobladores empezaron a disputarse los recursos y comenzaron a haber enfrentamientos bélicos entre ellos (esto se cree que fue producto de una fuerte sequía que inició en ese periodo (Albek,)
[6] Como pudimos ir viendo los primeros pobladores del actual territorio jujeño salían en busca de los alimentos que el medio ambiente les proporcionaba y se valían de numerosas estrategias como la trashumancia para obtener recursos de distintos pisos ecológicos, lo que los llevaba a tener una alta movilidad estacional. Con la domesticación de plantas y animales se pudieron consolidar en aldeas y ser autosustentables (aunque no abandonaron la caza y la recolección) y siglos después adquirieron una vida mercantil y empezaron a complementar su alimentación con una de tipo industrial.
[7] Cabrera A.L. Esquema fitogeográfico de la República Argentina. Revista del Museo Eva Perón, Botánica, 8: 87–168 1953.
[8] En estos platos típicos que preparan para estas ceremonias los ingredientes principales son las papas y el maíz, ingredientes que forman parte de muchos de los platillos que se consumen tradicionalmente.
[9] Dentro de los aspectos culturales encontramos las transformaciones alimentarias que han sufrido los territorios altoandinos en los últimos siglos, producto de los avances tecnológicos y el crecimiento económico de las industrias alimentarias que han buscado insertarse en los mercados locales tradicionales incorporando los alimentos procesados industrializados.
[10] Estas poblaciones antes de ser insertadas al tipo de vida mercantil y capitalista vivían de lo que producían en su territorio y lo que no podían producir por las inclemencias del medioambiente los obtenían mediante intercambios con comunidades que residían en otros pisos ecológicos. Por ejemplo en la comunidad aborigen de Coranzulí se celebra anualmente el festival de la llama y el tincal un encuentro ancestral que reúne a comunidades de la Puna, la Quebrada de Humahuaca y otras que vienen de Chile. En entrevistas pudimos ver que este encuentro anual en un principio se hacía para intercambiar o trocar productos tradicionales (papa, carne de llama, habas, porotos, frutas) de los distintos pisos ecológicos que hay en el territorio jujeño y el norte de Chile. Con el paso del tiempo este encuentro se fue transformando y mercantilizando, comenzaron a circular productos de tipo industrial (camiones que llegan de Chile con indumentaria y tecnología, comerciantes de Abra Pampa que venden alimentos envasados y procesados) que empezaron a intercambiarse y venderse con los productos locales.
[11] El dinero lo obtenían de la venta de carne o productos artesanales.
[12] Si bien muchos hijos y nietos van a ayudar a realizar las tareas de pastores no pueden todos los días y esto dificulta tener la cantidad de animales que solían criar.
[13] Vivir de lo que se puede producir no es rentable, para obtener mercancías industrializadas o acceder a servicios tengo que conseguir efectivo y para ello tengo que emplearme en alguna empresa.
[14] Este es el caso de las comunidades del Ramal que los ingenios y grandes empresas fueron avanzando sobre sus territorios y fueron quedando dentro de la urbe.
[15] Las comunidades andinas y altoandinas también eran empleadas como mano de obra dentro de los ingenios.
[16] Entramos en estado de tutela cuando los medios de comunicación nos indican que pensar sobre determinado tema o cuando la industria alimentaria nos indica que dieta y que alimentos debemos consumir (de acuerdo con nuestra edad y género), como deben lucir nuestros cuerpos, cómo se deben distribuir los alimentos a nivel regional y familiar. Es aquí donde nuestra razón se ve modificada por la voluntad y los intereses de este sistema.
[17] La mayoría de los alimentos procesados son creados en los laboratorios químicos, que se encargan a través de fórmulas sintéticas de buscar sabores, colores y formas en los alimentos que les sean agradables al consumidor. Estos alimentos se producen en masa y acaparan el mercado mundial, llegando a los lugares más remotos del planeta, por ejemplo, la Coca-Cola.
[18] Las papas un alimento que tiene un gran significado para los pueblos Americanos fue tomado por la industria alimentaria y fue convertido en una mercancía que se consume masivamente a nivel mundial.
[19] Esta situación produce en parte el flujo migratorio que se ve en las comunidades pastoras y campesinas, dónde los más jóvenes seducidos por la vida en las grandes ciudades dejan sus lugares de origen, así se va desestructurando y achicando el número de habitantes en estos territorios.
[20] La alimentación es un símbolo dentro de la estructura social, donde cobra gran significación para las personas. De esta manera la ideología alimentaria impuesta genera alimentos pensando en la desigualdad alimentaria que se genera en la sociedad. De esta forma están los alimentos que consumen en los sectores privilegiados (que son más caros y “prestigiosos por su alta calidad”) y los alimentos que consumen los trabajadores, campesinos, pastores y demás miembros de la sociedad que son clasificados como sectores vulnerables.
[21] Las políticas públicas se centran y concentran dónde hay mayor cantidad de votos y el Estado busca
[22] Por ejemplo, la empresa multinacional McDonald's tiene muchas sucursales en Buenos Aires pero no llegó a Jujuy.
[23] El estado pasa a ser un socio facilitador que le es funcional a las grandes empresas que comienzan a manejar el mercado, los productos y los precios. Aquí se crea una alianza política entre lo público y lo privado.