UNA ESPIRITUALIDAD PARA NUESTRO TIEMPO, PERSONAS, COMUNIDADES, INSTITUCIONES. NUEVOS DESAFÍOS…

Autor: Sergio Roberto Castanetto

La Centralidad de Jesús

La transformación de las personas, comunidades, instituciones solamente será factible cuando esté radicada en una fuerte experiencia de Dios, en Dios de Jesús, Señor de la Vida y de las Oportunidades. Es necesario hacer vida la actitud de apertura, de comprensión, de acogida, de Jesús, hacia los “impuros” de nuestro tiempo, con la certeza de que Dios es Padre de Todos, por lo tanto todos los hombres son hermanos, romper las barreras de lo impuro, y lo puro, y dar un salto cualitativo testimoniando que la comunidad de Jesús es casa de todos y todas. Se trata de profundizar la pasión por Dios y la pasión por los otros, a igual que nuestro Maestro.

Jesús sigue invitando a tomar gestos y decisiones desde el Espíritu, a tomar decisiones en lo personal, comunitario e institucional con audacia y valentía. Los jóvenes deben ser el centro de las opciones, fundamentalmente los jóvenes más pobres, en Argentina son más del setenta por ciento. Prescindir de las presiones de todo tipo a la hora de hacer opciones inspiradas en el Evangelio.

El camino de toda refundación de la vida, es una tara comunitaria, todos tienen una misión que asumir y desarrollar, contando con el apoyo, el esfuerzo y la contención de los compañeros y compañeras de camino.

Una vida comunitaria con calidad de fraternidad

Caminar hacia la construcción de una comunidad de hermanos, comunidad de personas que dialogan, se escuchan, se sienten familia, comparten la fe, la vocación, el profetismo, la misión. Una comunidad en constante apertura para la misión, atenta a no cerrarse en sí misma, que mira la realidad, el mundo, lee necesidades y responde creativamente, en constante diálogo con una cultura y mundo en permanente cambio.

Comunidad que hace del servicio un desafío permanente, que siempre tiene presente que el Reino es su objetivo primordial. Atenta a no quedar entrampada en el estar y vivir con criterios de la sociedad de consumo, por el contrario vive atenta para encarar desplazamientos y desajustes al servicio de los hermanos más necesitados. Estas llamadas pondrán en crisis la tentación de “estar bien en la comunidad”, en los grupos, en las instituciones, en pos de gestos proféticos que serán señales para el mundo actual y para la Iglesia.

Es importante desarrollar en estas comunidades al servicio del profetismo, inspiradas en el Espíritu de Jesús, el espíritu de alegría, la felicidad, el gozo de vivir, la búsqueda de nuevos modelos de vida familiar, y comunitaria, más flexibles, gratuitas, abiertas, orantes, con capacidad de discernimiento, atentas a lo que se vive en la realidad, partícipes en los procesos de construcción ciudadana. Es necesario recuperar el estilo de vida sobrio, y solidario.

Una misión encaminada a los últimos, a los “despreciados de la sociedad

Esto se debe traducir en gestos concretos, en cuanto a la cantidad de iniciativas dirigidas a los niños, jóvenes, adultos y adultos mayores pobres, la cantidad de acciones comunitarias de solidaridad, la acción conjunta con otros grupos, con otras organizaciones de la sociedad, el uso evangélico de lo bienes, la apertura a otras culturas y países.

Se impone un fuerte discernimiento de búsqueda de los auténticos pobres de nuestra sociedad, descartando lecturas ideológicas, y fijando el horizonte en las opciones de Jesús en el momento histórico que le tocó vivir. Sumarse a procesos de construcción ciudadana en beneficio de mayor dignidad, para los excluidos de nuestro tiempo. Estar atentos a las alianzas que se realizan con distintos grupos, la pasión por el Reino nos pide la “sagacidad de la serpiente”, suele ocurrir que en ocasiones se trabaja en colaboración con las mismas personas, grupos, y factores de poder, que producen la pobreza, que condenan a la exclusión, y que quitan la dignidad de las personas. Combatir la pobreza, pero especialmente las causas que la producen, desarrollando una conciencia crítica y un compromiso estructural en las transformaciones que son necesarias en nuestra sociedad.

Nuevos símbolos y significaciones

La pregunta central, nuestra forma de vivir el cristianismo sigue siendo significativa para el mundo de hoy, sigue siendo un interrogante para la sociedad actual. Nuestra forma de vivir el cristianismo, necesita redescubrir su sentido, irradiar a Jesús, hacer presente el Reino, actuar de tal manera que sea cuestionadora del entorno, de los criterios, y un estilo de vida centrado en la mediocridad y el propio bienestar. Buscar gestos y símbolos que den respuestas a los hombres y mujeres actuales, desde el trabajo, la profesión, el estilo de vida comunitaria, opciones personales e institucionales, optando siempre por lo esencial, no sacrificando lo importante por el trabajo, y la eficacia.

Permanente búsqueda del propio camino espiritual

Una espiritualidad encarnada, con capacidad de interioridad, de discernimiento, de resistencia, de descubrir al Dios que se esconde en la oscuridad de la vida. Espiritualidad que nos empuja a vivir el seguimiento de Jesús como don y gratuidad, a vivir proféticamente las tensiones de nuestra pertenencia eclesial, a vivir una existencia unificada, ser místicos horizontales, trabajando una pedagogía que nos permitan vivir el fondo de la vida, desarrollando estructuras que permitan ser señores de la vida y que impulsen a desprenderse de la propia vida, poniéndola al servicio de los demás. Por eso es central la solidez en los procesos espirituales de asimilación del carisma, una oración más apostólica y una actividad más contemplativa, la búsqueda sincera de lo que Dios quiere sobre la propia vida.

Tener presente que preguntarse sobre la vida espiritual es preguntarse sobre el cultivo del silencio, la meditación, la contemplación, pero igualmente por la vida social, y cívica, por el compromiso sociopolítico, por el uso del dinero, y del tiempo, por la seriedad y honradez en el trabajo, por los modos de buscar la felicidad. Es espiritual todo aquello que se halla iluminado, marcado o conducido por el Espíritu de Jesús.

Hacer de Jesús el centro de la propia vida. Que Él sea la referencia natural y obligada, vivir identificados con sus sentimientos, con sus criterios, asumir sus actitudes, adherir a su proyecto, a su misión, a sus opciones. El seguimiento de Jesús, implica, que la Cruz se hará presente en la vida personal y comunitaria.

Apertura, disponibilidad, capacidad y creatividad para trabajar y vivir en comunidad

La vida cristiana está llamada a vivir, enriquecer y compartir la espiritualidad en comunidad, se trata de una experiencia eclesial de comunión y participación. Este desafío supone el trabajo en equipo con otras personas, en igualdad, con la única jerarquía que pueda provenir de la dinámica interna del equipo. El necesario acompañamiento y formación, asumiendo responsabilidades directas en proyectos de evangelización, de solidaridad y de justicia.

Trabajar en conjunto y desarrollar la espiritualidad, iniciar proyectos de vida integrados atendiendo a la complementariedad de las vocaciones, en un sano equilibrio respetando cada una de las identidades que interactúan.

Inspirados en los criterios del Evangelio, de Jesús, constructor de comunidades, atendiendo a las necesidades de la Iglesia, de los niños y niñas, de los adolescentes, de los jóvenes y de los adultos. Es un esfuerzo de revisar nuestros enfoques de abordaje de todo lo que hacemos, con el objeto de recuperar lo más genuino de nuestra misión, evitando la búsqueda del prestigio, el elitismo, la alianza con los sectores de poder que han estado al servicio del empobrecimiento del pueblo. Una vez realizado del discernimiento tener el suficiente valor para hacer los cambios necesarios.

El discernimiento de obra pide la capacidad de evaluar las obras con criterios evangélicos, y no solo de funcionalidad y de organización. Desarrollar la creatividad en la búsqueda de caminos que impulsan la evangelización de las obras, reorientando aquellas que sean necesarias. Todo esto supone la clarificación del sentido y los objetivos de las obras, la jerarquización de los medios, la coherencia entre objetivos y medios, la aplicación de métodos que posibiliten la armonía entre fe, cultura y vida. En estos procesos de clara opción por la vida, exigen iniciar caminos de conversión y renovación interior, procesos que solo puede promover el Espíritu del Señor.

Compromiso con la construcción de ciudadanía con meta de crear una sociedad más inclusiva, que sea casa de todos y todas.

En nuestro País, a pesar de los procesos de recuperación que hemos vivido en los últimos años, todavía asistimos a un déficit de ciudadanía, nos encontramos con una sociedad fragmentada y desprovista de los elementos simbólicos, materiales y organizativos que permitan asumir un proyecto de sociedad colectivo, un futuro común imaginado, un proyecto de nación inclusivo. Las dificultades de constituir una sociedad civil fuerte marca todo la dinámica desde la apertura democrática. El profundo desprestigio de los partidos políticos mayoritarios y el carácter esporádico y frágil de todos los intentos de constitución de una tercera fuerza. El descrédito de los sindicatos, la gran dificultad de constituir de manera consistente y suficiente otras mediaciones organizativas que exprese las nuevas realidades sociales, económicas y culturales, especialmente de los sectores pobres y medios de la población.

Estas situaciones, desafían a nuestra vida cristiana a tomar decisiones importantes desde el punto de vista de la misión, la superación de antiguos prejuicios y la inserción en procesos de transformación que beneficien a todo el pueblo, en permanente diálogo con las organizaciones populares, en una búsqueda constante para lograr el paso de un conciencia ingenua a una crítica, para pasar de la indiferencia que paraliza a un compromiso estructural, para trabajar arduamente en la formación de ciudadanía activa crítica, que permita el cambio de conciencia necesario para lograr una verdadera Patria de Hermanos.

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