EN TORNO A REDES, VINCULOS Y ENLACES. REFLEXIONES SOBRE EL HIPERTEXTO

Autor: Gonzalo Andrés (Universidad Nacional de Entre Ríos)

Introducción

El hipertexto constituye una significativa transformación de la palabra que modifica la estructura textual, en las lógicas autorales y los modos de lectura y escritura. Está conformado por una multiplicidad de referencias cruzadas a través de hipervínculos que sirven para reforzar o complementar lo dicho. Es decir que con las tecnologías digitales apareció también un nuevo tipo de tecnologización de la palabra: las computadoras hicieron emerger un texto en cuya estructura se incluyen vínculos con otros textos relacionados.

Ahora bien, esta no es la primera tecnologización de la palabra ni muchos menos, sino que la primera fue, de acuerdo con Walter Ong (1987), la escritura. Partiendo desde una perspectiva antropológico-cultural, demostró que la invención de la escritura ha significado una reestructuración absoluta del pensamiento humano: permitió crear un nuevo orden en la historia de la humanidad debido a que permite fijar y organizar pensamientos. Los individuos tuvieron que incorporar esta tecnología y eso modificó sus mentes.

En contraposición a las comunidades orales, en la cultura escrita es posible hacer abstracciones que separen al saber del lugar donde suceden los hechos. En este sentido, los pensamientos tendieron a descorporizarse y avanzaron hacia la abstracción, el orden espacial y la coherencia sintagmática. La escritura trasladó las palabras del mundo del sonido al del espacio visual. Lentamente, la lectura de los textos escritos (filosóficos, teológicos, científicos y literarios) fue transformándose en el modo legítimo de acceder al conocimiento.

La escritura no es un simple apéndice del habla, sino que sus estructuras, sus referencias, sus marcas visibles, constituyen un sistema con una articulación diferente que la oralidad. Este proceso de transformación generó una modificación en los procesos cognitivos y en la estructuración del pensamiento.

Así, pues, puede afirmarse que la escritura es una de las más poderosas de las tecnologías que se haya creado, ya que marcó un profundo quiebre en la historia y dio lugar a la sociedad que hoy vivimos: ha permitido el desarrollo de la ciencia, la historia, la literatura y las religiones.

“Las culturas orales producen, efectivamente, representaciones
verbales pujantes y hermosas de gran valor artístico y humano, las
cuales pierden incluso la posibilidad de existir una vez que la escritura
ha tomado posesión de la psique. No obstante, sin la escritura la
conciencia humana no puede alcanzar su potencial más pleno, no
puede producir otras creaciones intensas y hermosas”. (Ong; 1987: 23)

Esta tecnologización de la palabra se materializó en un primer momento en la utilización de los papiros como soporte de los manuscritos antiguos. No obstante, su mayor impulso fue muchos años después -hacia 1450- con la aparición de la imprenta de Johannes Gutenberg. La impresión tipográfica alfabética, en la cual cada letra era vaciada en un pedazo separado de metal, marcó profundamente el proceso de manufactura de la palabra y la convirtió en una especie de mercancía.

La escritura en papel fue central para el almacenamiento y difusión de información que permitieron, con el paso del tiempo, el desarrollo social y cultural. Como resultado de este proceso, se consolidó luego en los sistemas educativos y se instauró como modo dominante de conocer, otorgando legitimidad a la cultura escrita.

No obstante, a mediados del siglo XX se produjo una revolución electrónica que, entre otras cosas, volvió a modificar la escritura: hoy una gran parte de los textos se procesan en computadora. Se produjo entonces una transformación electrónica de la palabra que logró profundizar el sometimiento de la palabra al espacio, que ya había iniciado la escritura y fortalecido los textos impresos.

“Finalmente, el procesamiento y la distribución espacial de la palabra
como secuencia, iniciados por la escritura y elevados a un nuevo orden
de intensidad por la imprenta, son incrementados todavía más por la
computadora, la cual aumenta al máximo el sometimiento de la palabra
al espacio y al movimiento local (electrónico), y perfecciona la secuencia
analítica al volverla virtualmente instantánea”. (Ong; 1987: 134)

Es este contexto de secuenciación electrónica, apareció el hipertexto, una tecnología que combina palabra, imagen y sonido mediante enlaces virtuales. Allí la tecnologización es llevada al extremo: ha logrado complejizar aún más el nivel de abstracción y reificación de las palabras, logrando que el texto se convierta en una configuración sin ninguna atadura a un lugar de origen.

A continuación se describirán sus principales características y se rastrearán las continuidades y rupturas existentes, a partir de los estudios de George Landow, Christian Vanderdorpe, Pierre Lévy, entre otros.

Hipertexto: orígenes y definición

A comienzos de las década de 1990 se creó y expandió la World Wide Web, una ‘telaraña global’ basada en el lenguaje HTML (HyperText Markup Language) y en el protocolo HTTP (HyperText Transfer Protocol). Éste es un protocolo que permite al usuario hacer saltos hipertextuales, trasladarse de un nodo a otro de la red, mediante una palabra, una imagen, un sonido un video o algún otro tipo de información con formato electrónico. La web está compuesta integralmente por hipertextos: un texto que conduce a otro mediante un vínculo. Puede combinar palabras, imágenes, videos y sonidos y, a la vez, está conformado en forma de red: se enlaza lateralmente con otros hipertextos.

La aparición del hipertexto abrió camino a diversos programas de investigación académica sobre sus usos y características. Uno de los primeros en conceptualizar este término fue Theodor Nelson, incluso antes de la creación de la web. Este filósofo estadounidense fundó el proyecto Xanadú en 1960 con el objetivo de crear un documento global único llamado docuverse, que incluya todo lo escrito en el mundo, mediante una gran cantidad de computadoras conectadas entre sí que contengan todo el conocimiento existente en forma de hipertexto.

De acuerdo con Nelson (1974), un hipertexto es una escritura no secuencial, un texto que se bifurca, que permite al lector elegir en una pantalla interactiva. Se trataría de una serie de bloques conectados entre sí por nexos, que forman diferentes itinerarios para el usuario. Según él, el carácter novedoso justamente sería el de tener forma de red, ya que en los hipertextos no existirían jerarquías ni habría un texto “madre” al que el resto se vincula.

Por su parte, uno de los investigadores más destacados en esta problemática es el crítico literario George Landow, que se ha dedicado a analizar las características de esta tecnología y los consecuentes cambios expresivos y cognitivos producidos, así como su relación con los estudios de crítica literaria de Roland Barthes y Jaques Derrida. Una de sus definiciones de hipertexto es la siguiente:

“Un texto compuesto de bloques de palabras (o de imágenes)
electrónicamente unidos en múltiples trayectos, cadenas o recorridos
en una textualidad abierta, eternamente inacabada y descrita con
términos como nexo, nodo, red, trama y trayecto”. (Landow: 1995: 14)

El enlace electrónico redefinió la concepción del texto, ya que éste ahora no se presenta sujeto a las limitaciones del formato papel: cualquiera de sus partes depende tanto del resto del documento del que forma parte como de los otros con los que se vincula. Por eso se difumina el comienzo y el final y su temporalidad lineal: existe una presencia simultánea de textos en red.

Uno de los autores que más énfasis hace sobre la conexión entre documentos es Pierre Lévy, en su obra ¿Qué es lo virtual?:

“Jerarquizar y seleccionar áreas de sentido, establecer enlaces entre
estas zonas, conectar el texto con otros documentos, acomodarlo a
una memoria que forma el fondo sobre el cual se separa y al cual
reenvía, son, en efecto, las funciones del hipertexto informático”.
(Lévy; 1999: 36)

En diversas ocasiones, un texto es abordado de manera lineal: se lee desde el principio al final, debido a que posee relaciones sintagmáticas secuenciales que no pueden ser salteadas si se desea comprenderlo de modo integral. Un libro sólo puede seguir una estructura lineal mediante un desarrollo temporal y secuencial y cuando se desea glosar un texto, se debe hacer en los márgenes del papel o en notas a pie de página, pues resulta imposible introducir digresiones o comentarios sin romper el hilo del discurso principal.

En cambio, un hipertexto posee varias puertas de ingreso y de egreso y no necesariamente debe ser seguido hasta el final. Allí, cada escritor se sitúa en una red y pierde los contornos: los lectores pueden intervenir, contestar o replicar las notas de un autor, es decir que no está cerrada o limitada su participación. A su vez, debido a estas características, los lectores pueden ampliar la información para contextualizar cada documento.

A su vez, en esta tecnología los elementos visuales adquieren protagonismo: ya no sólo existen letras encastradas en el espacio para ser vistas sino que ahora producciones audiovisuales también forman parte del documento. Es decir que posee un carácter hipermedial: allí conviven bloques de contenidos de distintas materialidades, como palabra, imagen y sonido. Todo esto trae aparejado una articulación entre el texto y la pantalla desconocida hasta hace pocos años, debido a que éste se traslada espacialmente del papel hacia la pantalla.

Asimismo, se verifican una serie de cambios en los modos de acceder a los productos culturales: los distintos soportes y las varias formas de acceso (ya no se obtienen únicamente en formato papel) plantean desafíos en los procesos de producción y distribución. En tal sentido, puede decirse que las tecnologías digitales reconfiguran el espacio del discurso: los soportes textuales modifican los modos de leer y escribir -sin olvidar tampoco la posibilidad de acceder a información variada de un modo más ágil y sencillo.

Algunas características del hipertexto

A pesar de que pueden encontrarse ciertos rasgos en común entre los textos y los hipertextos, las tecnologías digitales modifican no solamente el soporte sino también las técnicas de producción y reproducción y las prácticas de lectura y escritura.

A continuación analizaremos brevemente algunas de las características del hipertexto y las problemáticas generadas por estos cambios o rupturas. Si bien se las presentará por separado y en un determinado orden, está claro que muchas de ellas se relacionan entre sí y que la distinción que aquí se realiza es solamente a los fines de la claridad expositiva.

a) Intangibilidad.

Los soportes digitales generan que los textos no sean tangibles sino que estén cobijados en las pantallas de las tablets, las computadoras o los celulares. Pueden ser leídos, transportados, modificados o suprimidos, sin dejar huellas en ellos. De esta forma, el texto digital no puede ser tocado como cuando está impreso en papel. Asimismo, el lector siempre se encuentra ante una imagen virtual del texto almacenado y no ante la versión original. En este sentido, los textos en la pantalla y la memoria de la computadora coinciden -aunque, como afirma Landow (1995), en términos de procesamiento de texto, esta distinción no tiene demasiada relevancia.

b) Multimedia o hipermedia.

Los hipertextos combinan imágenes, audios y videos, además de palabras. La incorporación de diversos lenguajes complejizan la comunicación, lo que no significa per se que sea mejor o más eficiente. Además, tampoco este rasgo es tan novedoso, si tenemos en cuenta que los códices medievales estaban ornamentados con dibujos o que los atlas interactivos publicados en compact disc también son, a su modo, multimediales.

Para Patricia San Martín (2003), el sentido de hipermedialidad se construye en torno a la multiplicidad de recorridos de lectura, de autores, de lenguajes, de posibles comienzos y finales y de entrecruzamientos. Además, allí convergen la tradición alfabética y la lectura audiovisual: no sólo se piensa con palabras, sino que hay posibilidades de construcción de sentido en múltiples dimensionales que nos involucran sensiblemente y permiten diversos acercamientos al “paquete textual” enriqueciéndolo en su intertextualidad.

c) Estructura.

La investigadora española Lamarca Lapuente (2010) plantea que la arquitectura hipertextual tiene distintos tipos de organización: puede tener forma de red –como se mencionó anteriormente-, arbórea o lineal con alternativas. En este sentido, un hipertexto puede tener forma de red, por medio de nodos encadenados los unos a los otros mediante relaciones asociativas o semánticas. Pero también puede presentar una organización secuencial o multisecuencial (esto es, lineal con alternativas) y/o una estructura jerárquica. Para esta autora, una estructura hipertextual puede conjugar -en mayor o menor medida- todas estas posibilidades y primar unas sobre otras.

d) Contexto.

Las instancias de producción y de recepción de los hipertextos varían constantemente. Generalmente, un texto posee referencias bibliográficas que ubican al lector sobre los datos del autor y el año y el lugar de su escritura. En cambio, en los hipertextos a veces no se tiene en claro su procedencia ni en qué lugar fue escrito (ni cuando se leerá). Esto genera cierta ambigüedad y desconcierto cuando se desea encontrar información fehaciente. Asimismo, lo que se publica en la web está destinado a un público heterogéneo e indefinido de antemano debido a que existen múltiples destinatarios que no pueden ser preestablecidos por el autor.

“Virtualizante, la escritura desincroniza y deslocaliza. Hace surgir un
dispositivo de comunicación en el que los mensajes, muy a menudo,
se separan en el tiempo y en el espacio de su fuente de emisión, y, en
consecuencia, se reciben fuera de contexto. Respecto a la lectura, por
tanto, ha sido necesario refinar y perfeccionar las prácticas
interpretativas. Respecto a la redacción, se han debido imaginar
sistemas de enunciación autosuficientes, independientes del contexto,
que han favorecido los mensajes, respondiendo a un criterio de
universalidad, científica o religiosa”. (Lévy; 1999: 36-37)

A través de los links o de los distintos buscadores se puede acceder a sitios cuya procedencia, antigüedad y seriedad se desconocen. Además, como la noción de página no está establecida como en los libros de papel, a los autores les resulta complicado utilizar el futuro o el pasado para referirse a lo expuesto en su obra hipertextual. El autor no puede suponer que el lector leerá la obra en un orden determinado, lo que genera que el relato tenga que desenvolverse en presente y poseer cierta autonomía. (Vanderdorpe; 2003)

e) Modos de Lectura.

Constituye un error decir que, debido a las características propias del hipertexto, los destinatarios adquieren relevancia. Varias investigaciones han demostrado que la lectura es una operación que posee su propia lógica y procedimientos que superan las disposiciones autorales. (1) Ahora bien, lo que sí puede afirmarse es que el hipertexto le dio impulso a cierta actitud lectora para navegar por las diversas vinculaciones posibles que los links permiten realizar.

“Un hipertexto bien diseñado permitirá una mayor interactividad para
que el usuario no sólo se mueva por el hipertexto, navegue por la
información y explore distintas rutas, sino que le ofrezca la posibilidad
de visualizar información multimedia en el momento que desee, hacer
búsquedas directas, encontrar información relacionada y recuperar la
información atendiendo al establecimiento de filtros y adaptaciones
personalizadas que el propio usuario pueda establecer, etc.”
(Lamarca Lapuente; 2010)

Estaría emergiendo un nuevo tipo de lectura, más extensiva, que transforma la acción de leer en la de leer/navegar. (2) De esta manera, se producen cambios en las prácticas de lectura que generan un nuevo modo de interactividad texto-lector. La web demanda la intervención del usuario para apropiarse de los hipertextos: la lectura es una intervención del internauta.

Generalmente, en las pantallas se realiza una lectura por fragmentos -no integral-, se prefieren los textos breves y los que incluyen elementos audiovisuales, ya que no requieren una lectura exhaustiva sino más bien selectiva, debido a que se navega por él o, dicho en otros términos, el cibernauta surfea sobre la espuma constituida por miles de fragmentos textuales.

“El lector de pantalla es, en principio, más «activo» que el lector sobre
papel: leer sobre la pantalla es dar la instrucción a un ordenador, incluso
antes de interpretar, de que proyecte tal o cual realización parcial del
texto sobre una pequeña superficie brillante”.
(Lévy; 1999: 38)

Además sucede habitualmente que los usuarios dedican más tiempo a entender las herramientas de navegación y la estructura de un sitio que a la lectura en sí de los contenidos (así como el predominio de los contenidos audiovisuales que atraen la atención). En suma, con la digitalización del escrito y su circulación en la red, el modo extensivo de lectura encontrará nuevas características, nuevas metáforas.

Estas características hicieron que el hipertexto sea muy criticado debido a que no fomenta una lectura intensiva y reflexiva sino que, por el contrario, estimula la instantaneidad y permite una atención distraída.

“La situación actual, para unos, incentivaría los vínculos mentales del
lector y las redes no jerarquizadas, informales, productoras de
sociabilidad e inventiva cultural al margen del fosilizado sistema
escolar. Para otros, sólo conduce a un peloteo o zapping generalizado
que convierte al lector en un telespectador con control remoto que
cambia de canal según sus gustos (o su aburrimiento)”.
(Viñao Frago; 2007: 67)

Finalmente, resulta muy difícil aseverar que los soportes digitales reemplazarán al papel (por lo menos en el corto plazo), lo que lleva a pensar que convivirán durante mucho tiempo diversos soportes textuales: en cuanto a su redacción y lectura, una novela o un paper científico no son comparables con un portal de noticias o un blog personal. Esto significa que probablemente también convivirán diversos tipos de lecturas y escrituras más allá de los soportes utilizados.

f) Autoría.

Los modos de escritura propios del hipertexto no condicen con la condición autoral establecida. Esto conlleva a que el concepto de autoría como organizador de los discursos se debilite, se reconstruya o, en algunos casos, se anule en el ámbito de la red.

Como se sabe, los modos de agrupar los textos cambian con los momentos históricos. La noción de autor tiene un funcionamiento dentro de una determinada estructura discursiva. Antes de la imprenta, las personas compartían sus ideas oralmente, dialogando cara a cara. Esto sucedía por ejemplo con los relatos, las epopeyas o las tragedias que circulaban en la comunidad sin que importara su autoría. Pero, fundamentalmente, a partir de la Modernidad el criterio de agrupamiento de los textos fue el de la función-autor, en tanto instancia de individualización de las ideas, los conocimientos, la literatura, la filosofía y las ciencias.

Ahora bien, esto no quiere decir que la función-autor haya aparecido recién en el siglo XVIII. Como bien recuerda Pierre Bourdieu, la oposición entre auctor y lector ya estaba presente en la Edad Media y, entre otras cosas, regía la producción de discursos científicos de la época.

“El auctor es quien produce y cuya producción está autorizada por la
auctoritas, la del auctor, el que debe su triunfo en la vida a sí mismo,
célebre por sus obras. El lector es alguien
muy diferente, es alguien cuya producción consiste en hablar de las obras de los otros. Esta
división, que corresponde a la del escritor y el crítico, es fundamental
en la división del trabajo intelectual”.
(Bourdieu; 2010: 253-254)

No obstante, puede afirmarse que la función-autor se consolidó con la inscripción de la actividad de la escritura en el régimen de propiedad privada, que instauró un parámetro de clasificación de textos, que sirvió para delimitarlos, reagruparlos y hasta jerarquizarlos. Esto significó que un cierto número de discursos sean propiedad de un individuo, es decir que el nombre del autor funcione como un límite para los textos, que de esta forma pueden relacionarse u oponerse con los demás. Como consecuencia, se generó todo un sistema jurídico específico que regula la valoración y apropiación de los discursos basándose en la categoría de autor. (3)

Ahora bien, la escritura conjunta de hipertextos –es decir, la incorporación de contenidos o de links por parte del usuario/lector-- difumina las fronteras entre los autores individuales, y la producción pasa a ser conjunta. (4) En referencia a esta cuestión, Landow (1995) afirma que la conexión electrónica reconfigura nuestra experiencia tanto sobre la condición autoral como de la propiedad intelectual, y que esto afectará la concepción de autoridad de los textos.

Con esta tecnología textual los autores y los lectores se redefinen constantemente, debido a que el lector ahora también puede añadir vínculos entre los diferentes fragmentos del texto, una función que antes pertenecía solamente al autor. Con todo, las nociones de autor y lector que regularon la producción cultural vuelven a discutirse luego la emergencia de las tecnologías digitales.

Consideraciones finales

La invención de la escritura -y su posterior impulso a partir del uso de la imprenta de Gutenberg- constituyó un cambio radical en los modos expresivos, en la generación, circulación y almacenamiento de los saberes y en los procesos cognitivos.

El texto escrito impreso modificó la estructura cognitiva y perceptiva de los sujetos que vivían en una cultura oral, a las vez que el alfabeto concentró todos los sentidos a uno solo (la vista). Asimismo, la imprenta también le otorgó un sentido racional y objetivo a los fenómenos, contribuyó a crear un determinado modo de pensar, mediante formas lineales, secuenciales y causales, y reestructuró la conciencia acerca de cómo actuar e interaccionar con el mundo. La producción cultural de gran parte de la historia de la humanidad se cimentó sobre la palabra escrita.

No obstante, en las últimas décadas del siglo XX las innovaciones en informática, electrónica y telemática crearon un nuevo tipo de tecnología de la palabra: el hipertexto, que complementa y complejiza los rasgos característicos del texto.

Con su estructura en forma de red y carácter multimedial e interactivo, el hipertexto es un formato expresivo que posee sus propias lógicas y que, por lo tanto, significa una ruptura con el tradicional texto impreso en papel. La pantalla es un dispositivo multitarea que brinda una diversidad de estímulos y que requiere de mayores competencias para ser manipulada. Esta diferencia técnica es clave, ya que influye de manera determinante en las prácticas de lectura y escritura: con el hipertexto los autores y los lectores se redefinen constantemente, debido a que los usuarios pueden añadir vínculos entre los diferentes fragmentos del texto y formar parte de la escritura junto con el autor.

Las producciones hipertextuales descansan en la combinación de varios factores que se caracterizan por su interactividad: al existir vínculos, nexos, links entre los fragmentos textuales, los lectores/navegantes, pueden seleccionar y saltear de un documento a otro. Por lo tanto, puede decirse que la práctica de lectura de hipertextos constituye una instancia recreativa.

En suma: esta nueva tecnologización de la palabra vino acompañada de una nueva interactividad con los textos que altera la relación autor-lector, ya que el segundo gana terreno con respecto al primero. Entre otras cosas, esto se debe a que mientras el libro es un dispositivo especializado (que básicamente ofrece la posibilidad de leer), la pantalla, por su parte, es un dispositivo multitarea que brinda diversidad de estímulos y que requiere de mayores competencias para ser manipulada. Esta diferencia técnica es clave, ya que influirá de manera determinante en su modo de uso.

Los dispositivos hipertextuales constituyen una especie de objetivación y virtualización de los procesos de lectura, ya que con ellos leer significa seleccionar, asociar datos, integrar palabras e imágenes y navegar por una red de llamadas internas. Poseen una estructura dialógica, en la que todo texto puede ser contestado y, a su vez, un autor, o el propio lector, puede conectarlo con otro. De esta forma, aparece una cierta libertad –por lo menos aparente- para los lectores/navegantes, debido a que pueden seleccionar y zappear de un texto a otro o de un video a otro, resignificando letras e imágenes. Así, pues, el texto deja de ser estático y se convierte en algo más dinámico y flexible: se puede pasar de un nodo a otro sin darle demasiada importancia a uno en particular.

Por lo tanto, los hipertextos estarían cambiando los modos de escribir y leer y, a la vez, permitirían acceder y procesar mayor información a través de los enlaces de la red. Pero eso no significa que las operaciones reflexivas sean mejores que antes, debido a que su velocidad y ubicuidad podría afectar la capacidad de leer y pensar en profundidad. De esta forma, resulta necesario examinar en trabajos futuros cuáles son (y serán) los cambios perceptivos, cognitivos y reflexivos que producen las herramientas competencias, y saberes propios de la era digital.

Notas

* Este trabajo forma parte de la tesis de grado del autor denominada “Digitalización de la praxis vital. Mediación técnica y transformaciones culturales en la era de las redes”, dirigida por el Dr. Víctor Lenarduzzi y realizada en el marco de Beca de Auxiliar en Investigación otorgada por la Universidad Nacional de Entre Ríos. Allí se reflexiona sobre las dimensiones culturales de las tecnologías digitales. Se focaliza, entre otras cosas, en las prácticas de consumo informativo y cultural emergentes y en los modos de lectura y escritura de los hipertextos.

(1) Por citar sólo algunos, puede nombrarse a Roland Barthes, Umberto Eco, Wolfgang Iser o Stanley Fish. Son críticos literarios que a mediados del siglo XX le otorgaron a los lectores un rol protagónico. A pesar de sus diferencias, concibieron a la lectura como una práctica creadora, y no un simple momento subsidiario de la escritura.

(2) Esquemáticamente, puede decirse que hay dos modos distintos de leer, que no necesariamente se contraponen sino que más bien se complementan: una intensiva y otra extensiva. Las lecturas intensivas son concentradas y atentas a una poca cantidad de textos; conllevan más tiempo y requieren de relecturas. Las extensivas son más superficiales, rápidas y fragmentarias.

(3) Es conocida la conferencia de Michel Foucault dictada en la Sociedad Francesa de Filosofía el 22 de febrero de 1969 denominada “¿Qué es un autor?”. Allí, el autor de Las palabras y las cosas criticó la noción de autoría formulada por el sacerdote San Jerónimo e imperante durante la

Edad Moderna como régimen de propiedad de las obras. Según sus palabras: “(…) un nombre de un autor no es simplemente un elemento en un discurso (que puede ser sujeto o complemento, que puede ser sustituido por un nombre, etc.); ejerce un cierto papel respecto de los discursos: asegura una función clasificadora; un nombre determinado permite agrupar un cierto número de textos, delimitarlos, excluir algunos, oponerlos a otros. (…) La función autor es pues característica del modo de existencia, de circulación y de funcionamiento de ciertos discursos en el interior de una sociedad”.

(4) Esto se evidencia claramente, por ejemplo, en la enciclopedia virtual abierta Wikipedia, en donde los internautas pueden participar en la redacción y edición de los artículos.

Referencias bibliográficas

- Bourdieu, Pierre. (2010) “La lectura: una práctica cultural”. En El sentido social del gusto. Elementos para una sociología de la cultura. Editorial Siglo XXI. Argentina.
- Foucault, Michel. (1990) ¿Qué es un autor? Conferencia en el College de France del 22 de febrero de 1969. Universidad Autónoma de Tlaxcala y La Letra Editores. México. 2ª edición.
- Lamarca Lapuente, María Jesús. (2010) Hipertexto: El nuevo concepto de documento en la cultura de la imagen. Tesis doctoral. Universidad Complutense de Madrid. España.
- Landow, George. (1995) Hipertexto. La convergencia de la teoría crítica contemporánea y la tecnología. Ediciones Paidós. España.
- Lévy, Pierre (1999) ¿Qué es lo virtual? Editorial Paidós. Argentina.
- Nelson, Ted (1974) Computer lib-Dream machines. Multimedia - From Wagner to Virtual Reality editors Randall Packer and Ken Jordan. 2001
- Ong, Walter. (1987) Oralidad y escritura. Tecnologías de la palabra. Fondo de Cultura Económica. México.
- San Martín, Patricia. (2003) Hipertexto. Seis propuesta para este milenio. Ediciones La Crujía. Argentina.
- Vanderdorpe, Christian. (2003) Del papiro al hipertexto. Ensayo sobre las mutaciones del texto y la lectura. Fondo de Cultura Económica. Argentina.
- Viñao Frago, Antonio. (2007) “Modos de leer, maneras de pensar. Lecturas intensivas y extensivas”. Revista Ethos Educativo. N° 40. Septiembre-diciembre. España. pp. 47-70