Licenciada en Psicologia y coordinadora del área de educación UCSE - DASS
Voy a comenzar recordando que hace 17 años la OMS declaraba a la Violencia como un problema prioritario de Salud Pública, no solo porque produce lesiones y muertes dirigidas a terceros o autoinfligidas, sino porque su presencia en la vida cotidiana va carcomiendo el entramado de relaciones sociales e imposibilita que valores de solidaridad, cooperación, confianza, respeto por el otro, buen trato y todo aquello que hace a una convivencia saludable, tengan cabida.
En general, los estudiosos de la problemática coinciden en definir la violencia como aquella acción de fuerza exclusiva y/o excesiva ejercida por una persona, grupo, comunidad o nación para someter a otra persona, grupo, comunidad o nación. Esta modalidad abusiva de ejercicio del poder tiene lugar en sistemas sociales organizados y se aprende a través de creencias y valores que la justifican y la legitiman.
Dicha legitimación se produce a través de un mecanismo que no es tan visible. Se parte de un dato de la realidad evidente como la diferencia biológica de los sexos, la diferencia entre los ciclos evolutivos por los que atraviesa el ser humano desde que nace hasta que envejece, la diferencia entre pueblos con diferentes orígenes étnicos, la diferencia entre nacer en una familia pobre o rica, entre otras. Estos datos se nos aparecen en la vida cotidiana como desigualdades entre género, grupos etarios, grupos étnicos, grupos por nivel socioeconómico. Pero, para que estas desigualdades sociales se establezcan, es necesario que al interior de cada grupo se valore y simbólicamente se justifique una categoría humana por encima de otra; por ejemplo, es necesario que el Padre, el Amo, los Pueblos y/o Naciones revistan el carácter de supremos a fin de ejercer el dominio sobre los que no lo son. Por otra parte, cabe destacar que dichas categorías con sus respectivas cargas simbólicas no aparecen como una construcción social, se difunden como categorías “naturalmente” establecidas -devienen de la Ley Natural- son “inherentes” a la especie humana y por lo tanto circulan como inmodificables.
En consonancia con lo ya enunciado, podemos decir que al legitimarse las desigualdades o asimetrías sociales también se institucionaliza el dominio jerárquico de una categoría social sobre otra, concibiéndose una relación de propietario / propiedad que a su vez justifica que los “poderosos” se apropien de los “débiles” ejerciendo acciones de fuerza de distinto tipo (físicas, psicológicas, sexuales económicas), si fuere necesario. Se instala en el sometido el sentimiento de absoluta vulnerabilidad frente al poderoso y éste se reasegurará construyendo reglas autoritarias que conllevan la obediencia mediante el terror.
“La violencia -en tanto método legitimado para ejercer el poder
de dominio- es una conducta que se aprende y se trasmite
de generación en generación de un modo naturalizado.”
Entonces, podemos concluir que la violencia -en tanto método legitimado para ejercer el poder de dominio- es una conducta que se aprende y se trasmite de generación en generación de un modo naturalizado. Por otra parte, la violencia como método de apropiación está contenida en el ideario de organización de una sociedad básicamente jerarquizada y con relaciones asimétricas de inclusión-exclusión entre poseedores y desposeídos
Es importante advertir que los individuos no interactúan violentamente en forma independiente del sistema económico, político, social, cultural que hace posible la existencia del abuso de poder. Esas dimensiones conforman un sistema de creencias, valores y prácticas que al mismo tiempo que legitiman el uso de la violencia, la van reproduciendo, tanto en el ámbito familiar como en el escolar, recreativo, laboral, en definitiva en todas las instituciones del sistema. Los medios de comunicación ejercen un rol importante en ese proceso de reproducción ya que la refuerza y particularmente la amplifica. De este modo la cultura de la violenciase ve continuamente retroalimentada.
Sabido es que la televisión tiene una función “educadora”, aunque no se sepa exactamente cuáles son los mecanismos cognitivos, afectivos, sociales y físicos puestos en acción. Lo cierto es que ejerce una influencia significativa en el proceso de subjetivización al ser una fuente importante en la transmisión de un sistema de valores y en la formación de comportamientos. Al respecto una publicación de la American Academy and Child and Adolescent Psychiatryc (1992) subrayaba lo que numerosas investigaciones habían arrojado sobre el impacto de la prolongada exposición de niños y adolescentes frente a programas televisivos con alto contenido de violencia. Éstos, aún cuando el ámbito familiar no muestre tendencias de comportamientos violentos para resolver sus conflictos, pueden:
Al decir de Francesco Tonucci ... “En este dialogo intimo e intenso tiene lugar una manipulación muy preocupante de nuestros niños...”; preocupación de la que deberíamos ocuparnos colectivamente para lograr componer un circulo virtuoso acorde con las expectativas de una protección integral de la niñez.
Si acordamos que la violencia es un problema que tiene relación con el modo de ejercerse el poder de dominio de unos sobre otros en lo social, lo económico, lo político y lo cultural, debemos encontrar los dispositivos que la hacen posible en cada una de estas dimensiones.
“La violencia... es un proceso y forman parte esencial de éste
las condiciones estructurales que la posibilitan”
Así como fue posible visibilizar los mecanismos de reproducción de la violencia familiar a partir de los movimientos de mujeres y de los estudios sobre la violencia contra la mujer desde la perspectiva de género y los estudios sobre el abuso infantil, nos queda por visibilizar y denunciar los mecanismos de interacción violentos en los otros escenarios de la vida cotidiana. Al respecto es importante tener en cuenta que los problemas de la humanidad no se resuelven solamente con declaraciones, leyes, etc; ayudan siempre y cuando haya una necesidad sentida de cambio por parte de todos nosotros y entre todos realicemos los esfuerzos para producir dicho cambio cultural.
Respecto de lo que se acaba de expresar nos dice Saúl franco, médico sanitarista colombiano, en uno de sus escritos sobre el tema que:
“La violencia... es un proceso (no es hereditario, ni surge de un día para el otro, es una construcción) y forman parte esencial de éste las condiciones estructurales que la posibilitan”... “la inequidad, la intolerancia y la impunidad”… “la violencia (en tanto conducta aprendida es racional) nos implica a todos y en ocasiones somos víctimas y más veces somos agentes activos, cómplices o tolerantes (ante la intolerancia)de la violencia”.
Debería ser nuestro desafío, como ya se expresara al comienzo de este acápite, revertir cualquiera de estas posiciones y en cada uno de los escenarios donde nos toca actuar.
Respecto de la violencia política, Karl Popper escribió no bien finalizada la 2da Guerra Mundial un ensayo titulado “Utopía y violencia”, en el cual plasma la idea de que no necesariamente el triunfo de la democracia sobre el autoritarismo nazi desembocaría en la reducción de la violencia en el mundo; casi setenta años más tarde con la propuesta del gobierno de Bush de una “guerra preventiva” contra el terrorismo, podemos verificar su hipótesis. Es evidente que en este accionar emerge una paradoja: la violencia se combate con la violencia.
Cabe en este contexto recordar el análisis que realiza el sociólogo londinense Philip Cohen de la expresión “yo odio a los seres violentos”. El problema es saber si sólo odiando es posible defender la libertad, el respeto y la dignidad de las personas. Si el odio solo se dirige a la idea de violencia o si implica también que se odie hasta eliminara los individuos, grupos, instituciones, regímenes, colectividades que ejercen alguna forma de violencia, como si existiera una alternativa entre dos formas de destrucción: de un lado, la contraviolencia, hacia la represalia; del otro, la autodestruccióno la eliminaciónde sí.
Como ya se señalara la violencia, como método de apropiación, está contenida en el ideario de organización de una sociedad jerarquizada y con relaciones asimétricas entre poseedores y desposeídos. Esta realidad Popper, sin duda mucho más "platoniano" que lo que él mismo quisiera, se apoya en la idealidad del derecho absoluto para pensar que la violencia, es posible desarmarla con el discurso idealizado de sus contrarios: el derecho, la justicia, el respeto, el amor. Este voluntarismo ignora que la violencia es estructuralmente una realidad que va mas allá de un estallido violento.
Se recomienda la lectura de Diana Scialpi , quien explora la violencia en el escenario de la administración pública en el país y pone en evidencia mecanismos estructurales de la violencia laboral. Estos conllevan a conductas de apropiación del otro y/o de lo que produce, conductas que en la jerga actual se reconocen como el “ninguneo” o “mobbing”.
Cuando la posición de dominio se ve amenazada real o imaginariamente se la ejerce de un modo sistemático y con mayor intensidad. A fin de mantener dicha posición se implementa la violencia como una técnica de defensa, de ataque y educativa. Se aplica en distintos escenarios: fliar, institucional (es decir, a todas las instituciones de socialización secundaria desde la escuela, universidad, espacios de trabajo hasta los espacios recreativos), territorial (va desde la violencia callejera, barrial hasta la guerra entre naciones); en consecuencia involucra a distintas clases de actores. Estos no necesariamente interactuaran en todos los ámbitos violentamente; es un ejemplo paradigmático: el marido golpeador que resulta ser un dulce compañero de trabajo o el de un torturador que mantiene relaciones armoniosas con su flia, con sus vecinos. Las disociaciones y dobles discursosson características del modo de interactuar en los sistemas violentos; la frase clave: “porque te quiero te aporreo”.
Situación que produce un gran desgaste emocional: reconocido como el cotidiano síndrome del “estrés” en algunos casos, en otros “el síndrome de Estocolmo”.
El modo de organizarse una sociedad autoritaria que admite diferencias y sobre ellas genera desigualdades a mantener y/o profundizar mediante el ejercicio intencional de la violencia, se la identifica como organización patriarcal. Se caracteriza por privilegiar las necesidades de los hombres adultos por encima de las necesidades de las mujeres, niños y ancianos. Ya que todos estos, por ser culturalmente considerados sujetos débiles, son ubicados en una posición de inferioridad, carecen de capacidad para ejercer todo tipo de derecho y en consecuencia deben ser tutelados. Si bien se va produciendo, desde el cumplimiento de la Reforma Constitucional (1994), algunos cambios en el marco jurídico legal, aun el uso y las costumbres siguen rigiéndose por dicha ideología. Y el pater familias -concepto feudal de amo y señor (sui iuris) quien no depende de nadie - puede ejercer todo tipo de violencia: física, verbal, psicológica, sexual, económica, contra los miembros de la familia y de todo aquel que depende de él (alieni iuris).
Esa organización piramidal, jerarquizada en forma rígida; al estructurar interacciones asimétricas entre los miembros de la familia (célula de la sociedad), va estructurando interacciones asimétricas según edad, género, atributos físicos, psíquicos, económicos, etc., que complementan y refuerzan interacciones asimétricas en otras formas de organización institucional de la sociedad. Se caracterizan, en lo formal, por tener un sistema de comunicación vertical de arriba hacia abajo, en general la autoridad es ejercida con autoritarismo y se cumple la ley del gallinero, lo significativo es el profundo desprecio para el que esta en el peldaño mas bajo. La arbitrariedad, la impunidad, el soborno, el silenciar son moneda corriente en el estilo y tono de la comunicación. Se justifica el maltrato apelando a la necesidad de mantener la ley, el orden, mejorar la organización, disciplinar. Al establecer un mensaje contradictorio queda instalado un doble vínculo, opacando toda posibilidad de encontrar el verdadero sentido. El ejemplo clásico es la justificación respecto a que el dolor provocado siempre tiene una intención benévola por la cual se tiene que estar infinitamente agradecida/o . La violencia se instrumenta como una medida educativa: “esto lo hago porque te amo”, “la letra con sangre entra”, y “así saldrá derechito/a”.
El impacto de la violencia institucionalizada sobre el que detenta la posición de victima es siempre negativo. En primer lugar todo intento de cuestionamiento a la ausencia de equidad, de justicia, de igualdad de oportunidades, irrespeto -independientemente del tipo de escenario- será interpretado desde la posición de superioridad como una amenaza de romper un orden que en si mismo no puede ser cuestionado. El carácter incuestionable del modo de organización familiar, laboral, social, económica, política, conlleva a que sea excluida o silenciada la persona que intenta ser un sujeto de derecho. Ese mecanismo resulta eficaz por cuanto las victimas pasan a ser las únicas responsables de la violencia desatada contra ellas.
Al respecto, Diana Scialpi en su mencionada obra pone en evidencia este mecanismo, al describir situaciones de violencia en la administración pública en las que las victimas del sistema o del “imperialismo burocrático”, como lo denomina O. Oszlak, pasan a ser las culpablesde la mayor violencia dirigida en contra de ellas. Al resignificarlas como incapaces, irresponsables, incompetentes, locas y al sostener estos sentidos en el tiempo se logra que la autoestima termine por el suelo, a punto tal que merece y se justifica que sea tratada como un objeto social a tutelar. El Estado decidirá reubicarla en lugares para los cuales no tiene competencia o simplemente ignorarla. En una organización privada ni siquiera se la tutela, se la descarta, más aún en épocas de flexibilidad y precarización laboral. También podemos observar violencia en la administración pública en el modo de ingresar, permanecer y egresar, cada uno de estos movimientos tienen componentes violatorios para el trabajador.
En general, esta sensación de desconfianza, de inseguridad individual y social, surge de la experiencia cotidiana en la que los ciudadanos perciben que el ejercicio del poder es de pocos y para pocos; la mayoría siempre pierde. De allí los dichos populares de larga data:
“La violencia es un comportamiento típicamente humano y se articula
con la intención de dominio, es una conducta que siempre esta asociada
a prácticas irrespetuosas de avasallamiento a la dignidad humana.
“hecha la ley, hecha la trampa”, “la ley es sólo para el ladrón de gallinas”.
Es oportuno aclarar que violencia es distinta de agresión. Esta última es una repuesta ante una señal de alarma de peligro y es patrimonio de los seres vivos; la violencia es un comportamiento típicamente humano y se articula con la intención de dominio, es una conducta que siempre esta asociada a prácticas irrespetuosas de avasallamiento a la dignidad humana. Al de decir de José Sanmartín Espugles -catedrático de la Universidad de Valencia y director del Centro Reina Sofía para el estudio de la violencia- “el agresivo nace, el violento se hace”.
También cabe distinguir autoritarismo de autoridad. El primero es el modo patológico de ejercer el poder, el segundo es un ejercicio de poder con autoridad y se refiere a la capacidad de promover y gestionar, en cualquiera escenario, procesos de desarrollo social en forma sostenida y respetando las diferencias
El estilo de interacción patriarcal, jerarquizado y asimétrico, conlleva a sentimientos de indefensión, desgano vital, estados depresivos hasta el extremo del suicidio. En el contexto laboral se manifiesta en la incapacidad de gestionar procesos sociales con competencia e idoneidad generando situaciones que conllevan a estados psicopatológicos como el burnout al cual se llega también a través del mobbing . En el ámbito escolar hoy hablamos de bullying o acoso escolar. Y en la actualidad, en ámbito del ciberespacio, se habla de cyberbullyingo acoso digital.
Respecto de la instrumentación de la violencia a través de Internet y los videos juegos, tenemos –además del acoso digital mencionado- el ciberterrorismo, el cibersexo, la ciberprostitución, y las más variadas formas de violencia contra otros producidas en snuff; y contra sí mismo como lo muestra el tratamiento mediático de la anorexia, la bulimia y el suicidio.
Todas estas formas del llamado acoso o violencia digital resultan preocupantes por el impacto negativo en la salud mental de la población, sobre todo infantil y adolescente. Es indudable que el siglo 21, a través de las Tecnologías de Información y Comunicación (TIC), ha logrado llegar a una amplia audiencia y multiplicar hasta niveles impensables la práctica de la cultura violenta.
Lo que describimos hasta aquí no resulta nada gratificante, entonces el desafío es como salir de este embrollo. Por cierto no es fácil pero no imposible. En primer lugar tengamos en cuenta que recién hace tres décadas iniciamos un proceso que nos permite hoy hablar sobre estas cuestiones, ya es un paso importante. Nos queda como tarea impostergable desarticular el o los mecanismos milenarios que legitiman la violencia como la vía regia para ocupar la posición de dominio, posición que a su vez sigue vigente como deseable.
Cuando la violencia es utilizada para satisfacer el deseo de dominio, es la ley de la fuerza la que rige las transacciones entre individuos y colectividades En este proceso se puede observar en los vencidos, un aumento de la desigualdad, reforzándose las críticas condiciones de existencia con el riesgo de generalizarse los comportamientos violentos de todos contra todos
Si miramos hacia otras partes del mundo con mayor o menor poderío hegemónico nos damos cuenta que la violencia como instrumento de poder sigue vigente. Si entendemos por Democracia el poder de todos, la distribución equitativa de la riqueza, la igualdad de oportunidades para el desarrollo humano; aún estamos en pañales. La crisis del sistema capitalista y su modelo neoliberal se cuela por todas partes y la sociedad civil se muestra débil, ambas cuestiones hacen impensable la eliminación de las desigualdades, por el contrario estas tienden a agravarse socialmente y hace imposible la instancia de conciliación. Es decir, se obtura la conciliación como medio para resolver conflictos cuando prevalece la exclusión en aspectos claves de la vida en sociedad: salud, educación, trabajo, vivienda, alimento y nos exponemos al riesgo de instalar la violencia en los bordes de la sociedad; la violencia económica y social significa la negación de la política.
Dicha negación se manifiesta en la privación fundamental de los derechos humanos, señala Hannah Arendt , se expresa sobre todo en la privación de un lugar en el mundo que haga significativas las opiniones y efectivas las acciones. Se cae así en un espacio vacío, espacio negado a la sociedad civil que por ello mismo ha perdido todo vaso comunicante con el estado. Sin poder insertar su voz en el espacio público para plantear su demanda, estos marginados solamente tienen la posibilidad de hacerse escuchar apelando a formas desesperadas de violencia que exacerban el rechazo de la misma sociedad, llegando incluso a negarles en algunos casos el derecho a tener derechos (Arendt, 1976:296).
Se anula así la deliberación, es decir, el intercambio de ideas, instancia necesaria para que la sociedad produzca de la manera más abierta y transparente posible la unidad conciliada de las diferencias existentes. Se produce una escisión profunda entre estado y sociedad civil, escisión que tiende a alejar al ciudadano común de los espacios reales de decisión. El mundo parece feudalizarse, imagen que surge al visualizase la construcción fragmentada de la política cotidiana. Por otra parte, recordemos que la diversidad es una noción liberal que habla de la importancia de sociedades plurales pero administradas por los grupos hegemónicos que son los creadores del consenso; en definitiva son los que establecen quiénes entran en el "nosotros" y quiénes en los "otros".
“No deja de ser una utopía tener el deseo y el compromiso intelectual
de desarticular el o los mecanismos milenarios que legitiman
la desigualdad, el autoritarismo y la violencia pero, vale la pena intentarlo.
Es posible que todo lo mencionado se reproduce exponencialmente porque todavía en el mundo hay mucho silencio al respecto y tal vez, aún, temor. Hay que recordar que en nuestra cotidianidad muchas veces se ha acallado y se acalla la violencia sexista o de género, muchas veces se ha escondido el genocidio en campos de concentración, se ha llamado “limpieza social” al asesinato político o desaparición forzada, a las masacres de poblaciones enteras, muchas veces la violencia en la familia se ha disfrazado como “castigo correctivo”, la violencia de la exclusión social se ha disfrazado de “emergencia económica” justificada a través de la racionalidad y el discurso científico, incluso se han construido y utilizado instrumentos que la legitiman. La vida y la muerte tienen un precio y en consonancia con la política de mercado, éste lo regula, tal es el caso de los “sicarios”, los “arreglos” de las mundializadas mafias (narco, trata de personas, tráfico de armas…), las “barras bravas” del fútbol y el uso político de las mismas; todo ello se suma a la descripción de esta cultura que descubre y al mismo encubre los actos violentos.
Sería deseable que todos pudiéramos reflexionar en voz alta a partir de los estudios y experiencias que los cientistas sociales ofrecieron explicitando la problemática y sus mecanismos productores y reproductores de la violencia a través de los distintos momentos históricos. De esos análisis habrá que tener presente que solamente una sociedad con transparencia y justicia social propicia el desarrollo humano con dignidad y en cualquier ámbito donde la interacción se exprese.
El respeto, el derecho a ser y tener una existencia humana es un valor ético prioritario e impide que se enajenen las interacciones en tanto se privilegian las relaciones interindependientes, las decisiones consensuadas, la participación activa en una convivencia democrática, empezando por la familia como ámbito de socialización primaria. Tenemos que alcanzar el punto en el cual la democracia sea una decisión colectiva, un pacto social de respeto recíproco; sabemos que no hay respeto posible cuando hay injusticia y mucho menos cuando esta se muestra de un modo tan obsceno. La pobreza, la injusticia, la violencia misma se la monta como un espectáculo y peor aún se la mira insensiblemente. No deja de ser una utopía tener el deseo y el compromiso intelectual de desarticular el o los mecanismos milenarios que legitiman la desigualdad, el autoritarismo y la violencia pero, vale la pena intentarlo.